ESTAMPA CAUDETANA.
AYER POR LA MAÑANICA HACÍA FRÍO EN LA REAL VILLA DE CAUDETE.
Todo estaba preparado en el chamizo del churrero. Me lo venía diciendo, desde que entré en la calle del P. Elías Requena, el efluvio que impregnaba el aire que corría por ella. Provenía ese agradabilísimo olor del Paseo, del Paseo Luis Golf. Era un perfume fuerte generado por el aceite en ebullición que hacía gorgoritos en una gran sartén donde estaban tomando color y sabor las ruedas de churros a las que, con soltura, daba vueltas con su palos, el churrero, porque, su señora, cosa rara, no le acompañaba, por lo menos, en aquel momento en que pasaba yo para celebrar la Eucaristía en el monasterio de las Monjas Carmelitas de clausura.
Nadie, salvó el dueño, se encontraba acodado en el mostrador y, nadie, se encontraba en las mesas buscando ponerse a tono con un tazón de chocolate humeante en el que introducirían los churritos recién salidos de la sartén grande, grande, como una plaza de toros.
Pareciera que la clientela fija y la advenediza, en la mañana de ayer no estuvieran por la labor de salir de casa, con prisas, a por el chute de cacao (*) ardiendo para acorazarse contra el frío reinante.
En otro tiempo el chamizo del churrero no estaba ubicado en ese lugar que, a mi modo de ver, es pintiparado, muchísimo más que aquel otro que venía ocupando antes de ahora, cuando se encontraba adosado a la pared del mercado, aquella pared que mira a la del Ilmo. Ayuntamiento, en los inicios de la calle Mercado, y del que se vieron obligados a levantarlo, porque se iba a proceder a la restauración y acondicionamiento del mercado municipal, como, desaparecieron el kiosco y el bar que, adosados, igualmente al mercado, satisfacían las apetencias de aquellos que pasaban por El Paseo.
Cuando volvía de mi cometido la situación era otra pues, la esposa del churrero, que es la verdadera artista en eso de sacarle todo su gusto y sabor al chocolate bebible, ya se encontraba en su puesto
y, acodados al mostrador, un par de clientes miraban cómo se freían las ruedas de churros mientras ponían a tono las papilas gustativas con la información que les iban suministrando sus colegas olfativas. Alguno más esperaba sentado a una mesa a que le prepararan un tazón de chocolate hirviendo y una buena ración de churros para satisfacer su necesidad mañanera.
Si no fuera porque tengo a mi epidermis muy estirada..., me detendría, todos los días, después de mi quehacer litúrgico, para combatir el frío. Pero...
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
10.12.2923. Domingo. (C.1 744)
(*) El chocolate, dicen los entendidos, que produce adicción porque estimula no sé qué zona del cerebro.
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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