ESTAMPA CAUDETANA.
LA NANA QUE CANTÓ MARÍA A SU HIJO JESÚS.
Para ver el vídeo:
Nada me lo da a entender. Nada me lo dice. El intento de vestirlo de concepto racional asumible, se me cae por los suelos, es fallido. El encuadre es irritante, no cuadra y, sin embargo, es un, cielo.
El Enmanuel ha abierto la puerta del cielo y ha bajado un escalón para andar por nuestro ámbito. Sí, se ha venido a la tierra con nosotros porque así lo ha querido Dios Padre.
Pero no me cabe en la cabeza, por más que, en ésta, surjan elucubraciones y, éstas, vayan, de parietal a parietal y, de estos, a frontal y a occipital, es decir, de pared en pared de mi cabeza, el modo de erigirse en algo concreto, asumible por la razón, en algo evaluable y cuantificable, en algo explicable y, sin embargo, la cuevecica de Belén, por muy humilde que fuera, fue un cielo y la razón es clara: "porque donde está Dios, aquello es el cielo".
La Segunda Persona de la Santísima Trinidad que, por decisión unánime de Ésta, deja atrás el cielo y se hace hombre, se reviste de ser humano y, al nacer, la cunita de que dispone su Madre, acondicionada por el buenazo del joven José, el descendiente del rey David que pasará por padre de la Criaturica formada en el claustro materno de María, su esposa, que es, ya sin ningún atisbo de realeza, y que se gana la vida de carpinterico, que vive gracias a la industria de sus manos, no es otra cosa que el pesebre donde algunas hierbas, no consumidas por los animales, le sirven de colchoncico, y, el mismo Dios, no encuentra diferencia alguna con el lugar de donde proviene porque para Él, el niño humano, es el cielo. Y no es que se siga debiendo a su relación con el Padre y con el Espíritu Santo, que sí se sigue dando, es un cielo porque su Madre y San José lo son, ¡son un cielo!
No sé si San José le dio unos cachetitos en el culete después de nacer, puede que sí, para que expulsara las flemas y pudiera respirar el hálito de vida y, al hacerlo, se pusiera a llorar por el disgusto provocado por tener que ponerse a respirar por sí mismo, cosa necesaria para todo ser viviente de estrellas abajo, también para Él por haber dado el saltito desde por encima de ellas a este lado nuestro.
Y los cantos del orfeón angélico que resuenan, de un lado al otro, de allá donde se encuentre el cielo del que procedía el Niñito de Belén, el Enmanuel, en nada podrían superar a la NANA que su Madre, la jovencita María, le cantaba para tranquilizarle. Y ninguna cadencia sonora celeste podía ser tan sublime que pudiera superar a la producida por el palpitar de los corazones de María y de José cuando le apretaban, con todo cariño, contra su pecho, para darle calor y seguridad. Con toda certeza, yo creo que el niño Dios no encontró diferencia alguna entre el cielo que dejó y el que se encontró aquí abajo en la cueva a las afueras de Belén porque, como te he dicho antes, "cielo es el lugar donde Dios está".
Más tarde, cuando, obedeciendo, que dirá San Pablo, aprendió a ser hombre, encontraría diferencias notables entre estar a la derecha de su Padre Dios y estarlo en este valle donde vivimos los seres humanos. Pero en su primer estadio humano, pienso que ¡no! porque, las circunstancias adversas con las que se topó al nacer fueron más que prevenidas y solventadas, con éxito, por María y por José que, ciertamente, fueron un cielo, un verdadero cielo para el recién nacido.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡BUEBOS DÍAS!!!
27.12 2023. Miércoles. (C. 1.761)
(El vídeo me ha sido remitido por Eduardo Agosta Escarel)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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