ESTAMPA CAUDETANA.
ADIOS, ELISA.
Antes de ayer corrió la noticia, de aquí para allá, a la velocidad del rayo, cuando la tarde se abría paso tras una mañana de espera. En casa acabábamos de comer. Se nos ha ido ELISA, nos dijeron por teléfono. Se nos fue desde el hospital de Almansa.
Sin que fueran, todavía, las 18,30 horas, el Ilmo. Sr. Alcalde corroboraba el hecho luctuoso del fallecimiento de la que, a punto de inaugurarse el nuevo milenio, dejaba que otro, su sucesor, fuera el que cerrara, en la Real Villa de Caudete, un siglo y abriera otro, al frente de la Alcaldía, y nos lo daba a conocer a la población sirviéndose de los medios de comunicación social, especificando que, según la normativa existente en este Ayuntamiento acerca de los honores a conceder, se declaraban tres días de luto oficial con banderas a media asta y crespones negros prendidos en ellas y disponiendo que la capilla ardiente para exponer los restos mortales de ELISA se montara en el salón de plenos del Consistorio para que recibieran allí el adiós de las gentes de la Villa, hasta su traslado a la parroquia de Santa Catalina para las pompas fúnebres.
Yo conocí pronto a ELISA. A poco de incorporarme a la Comunidad de PP. Carmelitas en el convento de San José (El Carmen) me fue presentada. Fue por septiembre u octubre de 2017:
Mira ésta es ELISA PAGÁN, y me especificaron, la exalcaldesa del pueblo. Con el paso del tiempo descubrí, por mí mismo, que, aquella adenda, se debió a que, en la Villa, hay otras cinco o seis mujeres que llevan ese nombre y ese apellido, de las que, con posterioridad, he llegado a conocer a una que compartía lazos familiares con la, hoy, extinta.
Siempre que nos encontrábamos me hacía patente su afecto, acogida y buen trato. Además, para mí fue un libro abierto donde pude leer, capítulo a capítulo, el avatar político de la Villa que, con el pasar del tiempo, fui constatando. No se había equivocado, ni tanto así, en sus exposiciones.
Fue una mujer agradecida. Siempre me agradeció que la echara una mano para hacer realidad un deseo que abrigaba desde hacía bastante tiempo.
Cuando sus pulmones empezaron a quejarse porque tenía dificultad en extraer el oxígeno del aire que inspiraba y tuvo la necesidad de un aparato que le insuflara oxígeno puro, tuvo que recluirse en su casa de la calle Abadía y, allí, en el trozo de balcón, que había añadido a su salón, miraba el acontecer de la Villa y a los que por allí pasábamos. Desde aquella cristalera por la que miraba calle abajo, hacia la Lonja, una vez requirió mi presencia.
Llevaba la discapacidad que le producía su enfermedad con una entereza admirable. Más que suscitar compasión, transmitía serenidad, tranquilidad, paz.
Algunas veces, las menos, en que se encontraba con algunas fuerzas, bajaba hasta la parroquia de Santa Catalina, donde fue despedida en la tarde de ayer, con el funeral de córpore insepulto, y "charrábamos" un ratico antes de comenzar la misa.
En esas ocasiones se entrenaba, ¿sin saberlo o presintiéndolo?, para cuando le tocara hacer el camino de verdad, el definitivo, que la conduciría al encuentro directamente, en plenitud, con Dios. Cosa que le aconteció a las 15,00 horas de antes de ayer.
ADIOS, ELISA, DESCANSA EN PAZ JUNTO A JOSÉ, TU MARIDO, QUE TE PRECEDIÓ, NO HACE MUCHO, EN TU IR DE ESTE LADO DE LA VIDA AL OTRO, AL DE DIOS.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
24.1.2024. Miércoles. (C. 1.784)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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