martes, 23 de abril de 2024

La Amapola.

ESTAMPA CAUDETANA.

LA AMAPOLA.

Ayer por la mañana me vi en la necesidad de bajar hasta el centro de salud de esta Real Villa de Caudete para dejar en el cajetín de mi médico de cabecera la súplica de puesta al día de una de las medicinas que tengo prescritas porque, en la farmacia, me habían apercibido de que era la última que se me dispensaba y necesitaba, por lo tanto,  activarla. Y hasta allí me bajé.

Ya habían tocado en la torre de la iglesia del convento de San José (El Carmen) las campanadas que nos llamaban a la oración del Ángelus, en este tiempo de Pascua sustituido por el Regina Celi. El tiempo era desapacible porque un viento, que nos venía de por ahí fuera, traía malas ínfulas pues, era  frío y muy molesto, a pesar de que en todo lo alto del cielo de la Villa se encontraba el sol pero, al parecer, con pocas ganas de trabajar.

A la entrada del centro de salud existían, este tiempo de atrás, unas acacias. Éstas, al crecer, se portaron como máquinas escabadoras y, en su ir creciendo, levantaron las losas del suelo y dejaron inservibles los bancos de fábrica que habían dispuesto entre ellas. Y dado el destrozo que hicieron las raíces de las acacias, se ha visto,  la autoridad competente, en la necesidad de arrancarlas de cuajo y, a pesar de que ha pasado ya bastante tiempo de aquello, el lugar que ocupaban se encuentra acotado por cintas de plástico para prevenir cualquier percance. 

Pero, en uno de los lugares, que han dejado libre  las acacias, ha crecido una mata de AMAPOLA.

El viento agitaba con fuerza los endebles pedúnculos que sostenían las frágiles flores cuyos débiles pétalos eran llevados de un lado a otro como si fueran veletillas. Me pareció a mí que con aquellos vaivenes la pobre planta me estaba diciendo:

"Hermano" (en algunos lugares recibe esta planta el nombre de FRAILE y yo lo soy), échame una mano porque este aire me va a destrozar viva" 

Y yo, ni corto ni perezoso,  eché mano del telefonillo y la introduje en la cámara oscura y así se vino conmigo libre de los embates del aire malicioso reinante en aquellos momentos en la Villa.

También se la llama con el nombre de MONAGUILLO Y MONJA, entre otros muchísimos que, por ser tantos, no te los voy a dar a conocer. Lo que no acierto a saber es la razón por la cual se le ha dado estos nombres a la AMAPOLA. Aquí en la Real Villa también se le conoce como ABABOL.

Esta hierba se encuentra profusamente por Europa, Asia y el norte de África. Por mi tierra es frecuente verla ocupando grandes extensiones o compartiendo los sembrados de cereales. Los conejos y las liebres se descubren ante ellas porque sus hojas le son venenosas pero para los seres humanos, que suelen emplearlas como relajantes debido a que poseen un alcaloide especial (no morfina como sí posee el opio), no les hace daño porque, al cocerlas pierden, esa propiedad. En algunos sitios, principalmente en el norte de África, se emplean para tintar.

Ella, con su color escarlata fuerte, te lleva hoy mi saludo, mis


¡¡¡BUENOS DÍAS!!!

23.4.2024. Martes.(C. 1.874)

P. Alfonso Herrera. Carmelita.

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