viernes, 26 de julio de 2024

Quietud total.

ESTAMPA CAUDETANA. 

QUIETUD TOTAL.

Esta semana me toca atender el culto en la parroquia de Santa Catalina y, como es mi costumbre, salgo un poco antes de casa para dar una vuelta, pues me viene muy bien dar un paseíto de media hora, más o menos. 

Pero esta semana lo he recortado un poco porque el calor tórrido que pone el sol sobre la Real Villa de Caudete machaca a uno pues, a esas horas, a las 18,00, vienen a ser las 4 solares y las 4 están muy cerca del medio día y ya sabemos que al mediodía el sol suele estar en todo lo alto y desde allí reparte yesca a diestro y siniestro, sin andarse con contemplaciones. 

Esa es la razón, y no otra, de que haya dado el tijeritazo al largo de mi camino. La culpa la tiene el sol que escupe fuego. 

Pero no por ello me arredro y  me acerco al lugar de mi cometido haciéndolo por una de las calles que unen la venida de la Virgen de Gracia con la de las Jornetas. Cada día lo hago  por una de ellas y, ayer, me tocó ir bordeando los patios del colegio Alcázar y Serrano. 

Todo era QUIETUD. Se notaba que los chicos andan de vacaciones en sus casas con su familia a la espera de que se apacigüen los calores que se instalan en la Villa en estos meses de verano. 

No había, por lo tanto, un almita correteando por los distintos campos de deportes para los mayorcicos ni por los lúdicos, para los más pequeñitos. Todo era QUIETUD. 

Pero, en esa tranquilidad absoluta, no todo era silencio. A lo largo los momentos que duró mi trayecto, a este lado de la verja, asistí a una sinfonía maravillosa que entonaba la gran orquesta de la foresta existente en el lugar hábilmente dirigida por un director sin igual de orquesta, la brisa suave que bajaba desde la avenida de las Jornetas en busca de la avenida de la Virgen de Gracia y, en su bajar, iba sacándole a cada una de las hojas de los árboles y arbustos que pueblan el lugar, un sonido distinto según fuera  la medida de cada una de ellas y la situación en que se encontraba en cada uno de los especímenes arbóreos, juntos o separados, que componían el arbolado. Sonidos alegres producidos por las hojas un tanto libres o sonidos bajos los sacados por la brisa a las tupidas copas de los altos pinos y de las falsas pimientas o sauces llorones. 

Fue momento de parar, no solo para hacer unas fotos que muestren la realidad de mis decires, cuanto para dejar que música tan maravillosa me envolviera y se mezclara conmigo haciendo vivir algo perceptible pero  inenarrable.

Sí, ayer por la tarde asistí, sin proponérmelo, pues me salió el camino, a un concierto maravilloso. 

Si pasaras por allí y si tuvieras un ratito y si, como en mi caso, la brisa descendente hiciera  acto de presencia, párate, detente un momento. Abre tus sentidos y llénate de la música inenarrable que le saca la brisa a la foresta allí existente. 


Recibe mi saludo, mis 


¡¡¡BUENOS DÍAS!!!

26.7.2024. Viernes.(C. 1.965)

P. Alfonso Herrera. Carmelita.

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