sábado, 27 de octubre de 2018

El Camino de Plata


ESTAMPA FORÁNEA.
EL CAMINO DE PLATA.
Dos días llevan el sol y la luna entendiéndose a las mil maravillas y nosotros pensábamos que no se podían ver porque, a la vista está, cuando el sol, al que en un libro se le llama Lorenzo recoge sus bártulos y se marcha con su fuego, luz y calor a plantar sus reales en el hemisferio sur para sacar de la oscuridad a todo bicho viviente y lanzarles a sus quehaceres naturales habituales, se asomaba por levante la luna, a la que en aquel libro llamaban Catalina, y, de ahí, aquella canción, que ya cantaba mi madre, "Cuando se acuesta Lorenzo... se levanta Catalina". De la tonadilla me acuerdo, de la letra, no.
Pues, como te iba diciendo, el sol y la luna se estaban entendiendo a espaldas de nosotros. Y lo hacían muy bien los dos, eso sí, cada uno en su puesto. Andaba la pobre Catalina haciendo esfuerzos sobrelunares ímprobos por crecer y no terminaba de echar de sí esa dichosa D que la encerraba y mira por donde, el bueno del sol la echaba una generosa mano. Sin que nos diéramos cuenta la estaba inyectando luz y más luz, como hace un niño cuando infla un globo, y hace dos días la luna se desembarazó de la dichosa D y apareció en el cielo de El Campello, también por todo el Septentrión, todo oronda, tan oronda que no podía encerrar dentro de sí toda la luz que le estaba insuflando el sol y para no reventar en millones de chispitas, encontró el modo de seguir en buenas relaciones con el sol para que no dejara de inyectarle energía y de esa manera pudiera lucir tipo y, luciéndolo, echar una manita  a los seres de aquí abajo rasgando las tinieblas dejando un reguero de luz para que nadie se extravíe y pueda llegar a casa. Eso hacía, precisamente, anoche, favorecer el trabajo de los hombres de la mar y su vuelta a casa.
Aguantaba yo el fresco airecillo que la mar estaba enviando al paseo cuando me fijé en el reguero de luz con el que Catalina trazaba un precioso camino de plata que, partiendo de ella misma llegaba hasta donde me encontraba yo, a través de la tranquila mar, después de pasar al ladito mismo del Musell. Parecía que la luna,  toda esplendente, me invitaba a ponerme en marcha para subir hasta donde se encontraba ella.
El relente de la noche me sacó de las elucubraciones en que me había metido la luna nueva, toda llena de luz.
Volví al calorcito de la casa  sintiendo el picoteo del fresco que  se había instalado, ya hacía rato, en el Carrer de la Mar de El Campello.

Ahí te envío mi saludo, mis

          ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
27.10.2018. Sábado. P. Alfonso Herrera, O. Carm.

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