ESTAMPA CAUDETANA.
EL PÚLPITO.
EL PÚLPITO.
Ayer te decía que la Tv. había retransmitido por las ondas todo el evento
festivo en HONOR DE LA VIRGEN DE GRACIA. Ahí tienes la prueba.
El periodista gráfico estaba retransmitiendo uno de los actos litúrgicos en Honor de LA VIRGEN DE GRACIA. Y para llevarlo a cabo encontró la mejor manera de hacerlo subido en lo alto del púlpito.
Ahí le ves.
El celebrante, en aquellos momentos, predicaba su homilía glosando las virtudes de MARÍA DE GRACIA, LA MADRE DEL SEÑOR Y DE TODO CAUDETANO.
yo, dejando aparcado a un ladico el sermón del cura, viajé hasta la parroquia de mi pueblo, de Oropesa, y recree vívamente, el momento en que Don Eduardo Martín Gallinar, párroco del pueblo, y que el día 4 de agosto de 1945, dos días después de mi nacimiento, me echara, por encima de la crisma, las aguas del Bautismo:
Concluídas las lecturas bíblicas, en latín porque este recuerdo es de un hecho previo al Concilio Vaticano II°, se despojaba de la casulla que dejaba en el altar y metido en aquella alba calada, terminada en puntillas, recogida a la cintura con el cíngulo y con la estola, signo de autoridad, bajaba la escalinata y, por el lateral, se llegaba hasta la mitad de la iglesia donde se encuentra, todavía hoy, el púlpito, al que se subía para pronunciar la homilía (La parroquia de mi pueblo es larga, larga y grande, grande, más que la de Santa Catalina, con decirte que si no estuviera prescrito el ayuno precomunión, entonces desde las 24 horas del día anterior, muy bien podría haber echado, el cura, "un tente en pie" para poder llegar hasta lo alto del púlpito, te digo lo grande que es la iglesia de mi pueblo). Mientras hacía el trayecto, la parte de atrás de la iglesia, se vaciaba de hombres que salían fuera de la iglesia a echarse un cigarro, mientras el cura ponía román paladino lo leído en latín y, de paso, sacaba algunas conclusiones para andar rectamente por el camino abierto por Jesús.
Yo quería salir con los hombres, ¡yo ya era un hombre de 8 o 9 añitos! y mi madre decía:
"Tú, aquí quieto"
Y cualquiera decía nada o se escapaba porque su zapatilla encontraba muy buen acomodo en las nalgas de uno. (Yo creo que como los hombres de mi pueblo sabían latín... no les era necesario escuchar la explicación del cura y por eso se salían a liar un "Caldo de Gallina". Y, yo, como estaba en edad de aprender..., mi madre me tenía sujeto, sin permitirme hacer novillos. Mi madre que gloria tenga, era muy recta y si no hacíamos caso a sus amables indicaciones... llamaba en su ayuda a su subalterna, la zapatilla, que venía a hacer lo que hoy hacen los psicólogos pero mucho más rápido, eficiente y, oye, sin que le costara una perra, un centimico.
Las palabras del cura, ascuas encendidas por la chispa del Espíritu Santo, caían en oleadas sobre el estamento casi todo él femenino, a veces con suavidad suma y, a veces, tonante, como sucesión de truenos en tormenta.
Terminada la perorata, bajaba del púlpito, desandaba el camino, subía las escaleras del presbiterio, y se volvía a colocar aquella casulla, siempre de guitarra, del color del tiempo litúrgico correspondiente. Para cuando esto ocurría, ya se había dado el "queo" a los hombres que estaban fuera y, con la iglesia, otra vez llena de bote en bote, continuaba la Misa.
El púlpito, elemento eclesial de una importancia capital en todas las iglesias con solera. (Santa Catalina tuvo cuatro, hoy solo tiene dos. El Santuario de la Virgen sigue teniendo uno. ¿Ves? en eso ganáis a mi pueblo porque, en Oropera siempre hubo, y hay, un solo púlpito labrado en peña berroqueña [granito]).
Y digo que es de importancia capital porque en aquellas épocas en que no se había inventado el modo de meter la voz a través de un micrófono en un hilo de cobre para llevarla hasta unos altavoces, el orador sagrado lo hacía a voz en grito, para que todo el mundo lo oyera, desde la mitad de la iglesia, hablo de mi pueblo, subido en un precioso púlpito labrado, por artistas picapedreros, en el granito de la cercana sierra de Gredos del Sistema Central.
- El púlpito cayó en desuso con el avance de los logros de la técnica y quedó como un elemento decorativo hasta que, mira por dónde, la técnica y los inventos tuvieron necesidad de servirse de él para que la Liturgia Festiva y la palabra explicativa de la homilía del cura se oyera en ámbitos muchísimo más amplios que aquellos para los que fue diseñado y construído, todos los recovecos de las naves de la iglesia, y salieran, vía ondas etéreas, a cualquier lugar del mundo.
- ¡Qué cosas!
- Ahí le ves. Allí arribita del púlpito está el periodista gráfico, recogiendo la imagen del cura y sus palabras, para sacarlas del reducido recinto de la iglesia del Santuario de La Virgen de Gracia, y llevarlas a esa otra iglesia, grande, grande, que es EL MUNDO ENTERO.
El periodista gráfico estaba retransmitiendo uno de los actos litúrgicos en Honor de LA VIRGEN DE GRACIA. Y para llevarlo a cabo encontró la mejor manera de hacerlo subido en lo alto del púlpito.
Ahí le ves.
El celebrante, en aquellos momentos, predicaba su homilía glosando las virtudes de MARÍA DE GRACIA, LA MADRE DEL SEÑOR Y DE TODO CAUDETANO.
yo, dejando aparcado a un ladico el sermón del cura, viajé hasta la parroquia de mi pueblo, de Oropesa, y recree vívamente, el momento en que Don Eduardo Martín Gallinar, párroco del pueblo, y que el día 4 de agosto de 1945, dos días después de mi nacimiento, me echara, por encima de la crisma, las aguas del Bautismo:
Concluídas las lecturas bíblicas, en latín porque este recuerdo es de un hecho previo al Concilio Vaticano II°, se despojaba de la casulla que dejaba en el altar y metido en aquella alba calada, terminada en puntillas, recogida a la cintura con el cíngulo y con la estola, signo de autoridad, bajaba la escalinata y, por el lateral, se llegaba hasta la mitad de la iglesia donde se encuentra, todavía hoy, el púlpito, al que se subía para pronunciar la homilía (La parroquia de mi pueblo es larga, larga y grande, grande, más que la de Santa Catalina, con decirte que si no estuviera prescrito el ayuno precomunión, entonces desde las 24 horas del día anterior, muy bien podría haber echado, el cura, "un tente en pie" para poder llegar hasta lo alto del púlpito, te digo lo grande que es la iglesia de mi pueblo). Mientras hacía el trayecto, la parte de atrás de la iglesia, se vaciaba de hombres que salían fuera de la iglesia a echarse un cigarro, mientras el cura ponía román paladino lo leído en latín y, de paso, sacaba algunas conclusiones para andar rectamente por el camino abierto por Jesús.
Yo quería salir con los hombres, ¡yo ya era un hombre de 8 o 9 añitos! y mi madre decía:
"Tú, aquí quieto"
Y cualquiera decía nada o se escapaba porque su zapatilla encontraba muy buen acomodo en las nalgas de uno. (Yo creo que como los hombres de mi pueblo sabían latín... no les era necesario escuchar la explicación del cura y por eso se salían a liar un "Caldo de Gallina". Y, yo, como estaba en edad de aprender..., mi madre me tenía sujeto, sin permitirme hacer novillos. Mi madre que gloria tenga, era muy recta y si no hacíamos caso a sus amables indicaciones... llamaba en su ayuda a su subalterna, la zapatilla, que venía a hacer lo que hoy hacen los psicólogos pero mucho más rápido, eficiente y, oye, sin que le costara una perra, un centimico.
Las palabras del cura, ascuas encendidas por la chispa del Espíritu Santo, caían en oleadas sobre el estamento casi todo él femenino, a veces con suavidad suma y, a veces, tonante, como sucesión de truenos en tormenta.
Terminada la perorata, bajaba del púlpito, desandaba el camino, subía las escaleras del presbiterio, y se volvía a colocar aquella casulla, siempre de guitarra, del color del tiempo litúrgico correspondiente. Para cuando esto ocurría, ya se había dado el "queo" a los hombres que estaban fuera y, con la iglesia, otra vez llena de bote en bote, continuaba la Misa.
El púlpito, elemento eclesial de una importancia capital en todas las iglesias con solera. (Santa Catalina tuvo cuatro, hoy solo tiene dos. El Santuario de la Virgen sigue teniendo uno. ¿Ves? en eso ganáis a mi pueblo porque, en Oropera siempre hubo, y hay, un solo púlpito labrado en peña berroqueña [granito]).
Y digo que es de importancia capital porque en aquellas épocas en que no se había inventado el modo de meter la voz a través de un micrófono en un hilo de cobre para llevarla hasta unos altavoces, el orador sagrado lo hacía a voz en grito, para que todo el mundo lo oyera, desde la mitad de la iglesia, hablo de mi pueblo, subido en un precioso púlpito labrado, por artistas picapedreros, en el granito de la cercana sierra de Gredos del Sistema Central.
- El púlpito cayó en desuso con el avance de los logros de la técnica y quedó como un elemento decorativo hasta que, mira por dónde, la técnica y los inventos tuvieron necesidad de servirse de él para que la Liturgia Festiva y la palabra explicativa de la homilía del cura se oyera en ámbitos muchísimo más amplios que aquellos para los que fue diseñado y construído, todos los recovecos de las naves de la iglesia, y salieran, vía ondas etéreas, a cualquier lugar del mundo.
- ¡Qué cosas!
- Ahí le ves. Allí arribita del púlpito está el periodista gráfico, recogiendo la imagen del cura y sus palabras, para sacarlas del reducido recinto de la iglesia del Santuario de La Virgen de Gracia, y llevarlas a esa otra iglesia, grande, grande, que es EL MUNDO ENTERO.
Pues, mira, yo hago otro tanto, aunque sin subirme al púlpito, porque, sirviéndome del WhatsApp, mando mi saludo hasta más allá del Atlántico y hasta más allá de América, y también mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
23.9.2019. Lunes. P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita
Buenos días,P,Alfonso,, a mi los pulpitos me gustan que esten en las iglesias,yo me acuerdo que el la iglesia del Carmen venian unos predicadores y se subian al pulpito y desde alli predicaban y casi se oian mejor que ahora con tanta tecnologia feliz dia
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