domingo, 19 de abril de 2020

La Campana Conventual


ESTAMPA CAUDETANA.
LA CAMPANA CONVENTUAL.
La campana que ves en la fotografía ha resistido los tiempos. Yo creo que, incluso, los crudos avatares que vivieron los frailes que aquí, en el convento de San José (El Carmen), residieron los pobrecillos sufrieron expulsiones ignominiosas de su casa, la última tuvo lugar el año 1931 pero, antes, ya en el siglo XIX padecieron otras como aquellas promovidas por Mendizábal, Madoz y Hernández que no perseguían otra cosa que expoliar a los frailes para allegar dineros con los que satisfacer las necesidades del Estado en momentos de penuria económica y de mucha telaraña en las arcas reales, aunque, la verdad sea dicha, poco, poco dinero, de aquellos bienes enajenados a los frailes llegaron a sonar entrando por la rendija de la hucha de la Hacienda Pública Real. ¡Cosas de la historia!
 Pues bien, la CAMPANITA CONVENTUAL, objeto de nuestra atención en el día de hoy, ha resistido todos esos avatares, incluso el último en el que el convento fue objeto de rapiña  antes de convertirlo, durante las república, en la escuela, y utilizado, también para otras  actividades promovidas por el consistorio municipal  de preguerra y, después, durante los tres años de contienda fratricida, de la Guerra Civil Española, cumplió como cárcel de aquellos que fueron llevados al martirio o, simplemente, pasados por las armas, según noticias que han llegado hasta nosotros. Pero la CAMPANA CONVENTUAL siguió ahí donde la ves sin que a nadie le diera por descolgarla. Y con la vuelta de los frailes CARMELITAS, tras el conflicto bélico, volvió a marcar el ritmo de la vida de los frailes que aquí volvieron tras la restauración del convento llevada a cabo por el empuje y celo de un fraile natural de esta Real Villa de Caudete de nombre Elías Requena, que no solo se ocupó de levantar la iglesia, totalmente destruida en el incendio del 22 de julio de 1936, y del adecentamiento del convento en sí, sino que se ocupó de poner paz en el pueblo, entre unos y otros, y de llenar los estómagos de mucha gente menesterosa que, de otra manera, hubieran fallecido sin remedio. ¡Cuánto podría contar, de esta labor caritativa, la parte alta del pueblo!
El invento del reloj tardó en entrar por la puerta dentro de  los vetustos muros del convento. Ella, LA CAMPANITA CONVENTUAL, era la que marcaba el ritmo de la vida de los frailes que habitaban este convento:
Al amanecer los echaba del catre para encontrarse con el  Señor  en la oración de la mañana. Tras ella, los llamaba  al desayuno y, luego, a trabajar en el cometido que les hubiere sido asignado  y más tarde, a rezar otra vez y luego a comer. Y por la tarde les llamaba para rezar las Vísperas. También te convocaba a la cena y  a la oración que cerraba el día, las completas, con lñas ques e abría el tiempo de silencio riguroso que también lo era para ella, pues desde ese instante, hasta el amanecer, habría de permanecer chitón.
Compartió existencia con el reloj durante mucho tiempo pero el reloj solo lo tenía el fraile semanero, así se llamaba al que le tocaba llamar mediante el toque de la campana y la dirección del rezo. Los demás no tenían en la muñeca ni en el bolsillo pequeñito del pecho ningún rosco, ninguno de aquellos relojes qué vimos, unidos a una cadena, en el chaleco de nuestros abuelos. En casa, mi padre, ya tenía uno de pulsera, de esfera grande, de marca Dogma y Dogma, pero de oro, sería el que regalara a su hijo mayor cuando terminó su carrera de medicina.
Pero todo llega y, también, para la campana llegó su descanso y quedó como la ves, obsoleta, colgadita en lo alto de la pared, en uno de los pasillos del claustro alto, con la soga que la hacía dar vueltas para, así, cumplir con su oficio de llamar a los frailes a un  acto comunitario.
Con el correr del tiempo se impuso el reloj  y, poco a poco, fue colonizando las muñecas de los frailes y, desde entonces, se quedó en paro forzoso porque ya no era necesario su tañer para convocar a los frailes, pues ya lo hacía el reloj. El fraile, consultando el reloj de su muñeca  sabía que debía dejar lo que estuviera haciendo en ese momento  y encaminarse al acto comunitario pues, éste, tenía preferencia sobre cualquier asunto propio por muy santo que fuera (se cuenta que una santa carmelita, Santa María Magdalena de Pazzi, que vivió en Florencia y fue coetánea de Santa Teresa de Jesús, tenía frecuentes éxtasis, durante los que levitaba en alto en aquellas  habitaciones frías y grandotas de su convento florentino. Y tan sumida estaba en ello, que no oía el tañer de la CAMPANA CONVENTUAL que llamaba a las monjas a un acto comunitario como, por ejemplo, a rezar el oficio divino o ir a comer.  y la Madre Priora, que estaba en el ajo de lo que le acontecía a la hermana María Magdalena, se acercaba a su celda y tirándole de la mano le decía:
"Hermana María Magdalena, a coro que vamos a rezar o, en su caso, al refectorio, que es hora de comer".
Y ella, salía del éxtasis y acompañaba a la Priora al acto comunitario del momento).
 Es un ejemplo de la gran importancia de los actos comunitarios, más, incluso, que pasárselo de “primera” en un encuentro místico con el Señor).
Cuando yo hice el noviciado, también fui encargado de ejercer de semanero. No tocaba la campana porque en aquel convento no la teníamos, sino que se debía aporrear las puertas. Una vez me dormí y los frailes permanecieron media hora más entre sábanas. Pero ¡Ay! amigo, me tocó acusarme públicamente en el refectorio antes de empezar a comer al medio día.
Antes de que empezaran a sonar las cucharas, todos los miembros de la comunidad sentados en sus sitios, solo las tripas, con sus ruiditos, cuarteaban el silencio reinante porque ellas no necesitan permiso para manifestarse. En ese momento solemne, el Prior, P. Agustín Barrios Sancha, un hombre bonachón donde los hubiera, en su puesto de Prior procedió a abrir "el capítulo de faltas". Tocó la esquila y... allí me tenías a mí, saliendo de mi lugar, para ponerme de rodillas delante de él y...
"Me acuso, Reverendo Padre Prior ante su paternidad y ante toda la Comunidad, de haberme dormido esta mañana y por ello no desperté a la Comunidad a su hora, como era mi deber".

El prior me echó un "zumbo" de “aquí te espero escopeta”, que no cuadraba con su carácter y su forma de ser pero, claro, tenía que guardar las apariencias:

"¿Es que no se da su caridad cuenta de que con el fallo que ha tenido esta mañana ha quitado a cada fraile media hora? ¿No se da Ud. Cuenta que sumando todas las medias horas , son muchas horas perdidas? ¡Que no vuelva a ocurrir!".
"Sí, Padre, no volverá a ocurrir"
No me puso penitencia y tampoco me dejó a pan y agua  o sin comer o a estar una semana sin la capucha del Santo Hábito, porque, entonces, las cosas estaban "chungas", no vayas a creer que todo era "miel sobre hojuelas", que se dice. Con esto te digo que los actos comunitarios, en la vida religiosa, son de suma importacia. (Un fraile, recuerdo que me diría luego: "no sufras, mañana danos otra media hora más de sueño. Todos, hasta el Prior, te lo agradeceremos").

Sí, en uno de los pasillos del claustro ato del convento, todavía permanece la CAMPANA CONVENTUAL, ¡todo un símbolo!, de que la vida, en comunidad, es sumamente exigente con la puntualidad a la que llamó durante muchísimo tiempo, a los frailes con su tañer.

 Así suena la CAMPANA CONVENTUAL

Recibe mi saludo, mis

      ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
19.4.2020. DOMINGO. OCTAVA DE PASCUA Y DOMINGO DE LA MISERICORDIA
P. Alfonso Herrera Serrano, carmelita.

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