ESTAMPA CAUDETANA.
LOS AVIONES.
LOS AVIONES.
Hace algunos años algún fraile echó abajo los nidos, cuatro o cinco, de unos
aviones, después que salió a volar la última nidada, con los billetes para el
viaje a su destino en lugares donde el frío que ya estaba haciendo acto de
presencia en la Real Villa de Caudete les permitiera seguir. Viviendo y
criando, sujetos a sus alas.
La primavera de aquel año, cinco parejas de AVIONES encontraron seguro acomodo bajo el alero del tejado que vierte aguas al corralón del convento de San José (El Carmen) y allí sacaron adelante dos nidadas, si no tres, cada pareja. Y es que Caudete y su predio son muy ricos en insectos voladores que, por volar, se convierten en plato del día para estos pajaricos, los DELICHOM URBICUM (menudo nombre les han puesto los biólogos con lo bonicos que son ellos) y con tanta pitanza servida el todo lo alto no han tenido problema alguno para nutrirse y para sacar adelante a sus polluelos. Y, sobre todo, para almacenar la energía necesaria para el largo viaje sin escalas al SubSahara o, en su caso, hasta la China, en aquellas zonas donde aprieta el calor cuando aquí el frío nos pone, como adornos, sabañones en las orejas.
Cuando llegué a esta Villa no me paso desapercibidos aquellos cinco nidos desvencijados y luego, cada verano, no me llamaban la atención porque los guapos volátiles no subían ni bajaban vertiginosamente cielo arriba y cielo abajo para depositar en el pico abierto de unos de los polluelos el insecto que salió, en mala hora, a darse una vueltecita por la vertical del corralón del convento de San José o por las cercanías.
Y es que esta primavera ha aparecido una pareja de advenedizos con sus plumicas blancas y negras y no le han hecho ascos a uno de los nidos destrozados que duermen su la ruina bajo el alero del tejado. Y, sin hacerle ascos a lo que quedaba de él, restauraron la obra de algunos parientes que habían venido a menos por el arte de un fraile provisto de una larga vara y se establecieron en él para sacar adelante a su nidada.
- Antes de ayer, a la sombra de uno de los cipreses que crecen y crecen en el corralón, me paré un buen rato dándome el gustazo de ver cómo unos aviones, que cortaban el aire como flechas, se estaban dando una paliza de "aquí te espero escopeta" cebando los pollitos que asomaban toda su cabecita fuera del nido. No me daba la impresión de que alguno de ellos fuera un esmirriado, todos me parecían parejos y de ello se ocupaban sus progenitores que, no sé cómo lo lograban esos amorosos padres, pero lo conseguían y a la vista estaba. Todos gozaban de un aspecto inmejorable.
- Si agrandas las fotos verás los polluelos, a un progenitor depositando pitanza en uno de los picos abiertos de par en par y a otro de los padres dejándose caer desde el nido para reemprender vuelo.
- ¡Bien por esa pareja! que ha roto lanzas y, aunque se les llame ocupas, han vuelto a llenar de piruetas voladoras y con sus trinos el corralón del vetusto convento de San José (El Carmen).
La primavera de aquel año, cinco parejas de AVIONES encontraron seguro acomodo bajo el alero del tejado que vierte aguas al corralón del convento de San José (El Carmen) y allí sacaron adelante dos nidadas, si no tres, cada pareja. Y es que Caudete y su predio son muy ricos en insectos voladores que, por volar, se convierten en plato del día para estos pajaricos, los DELICHOM URBICUM (menudo nombre les han puesto los biólogos con lo bonicos que son ellos) y con tanta pitanza servida el todo lo alto no han tenido problema alguno para nutrirse y para sacar adelante a sus polluelos. Y, sobre todo, para almacenar la energía necesaria para el largo viaje sin escalas al SubSahara o, en su caso, hasta la China, en aquellas zonas donde aprieta el calor cuando aquí el frío nos pone, como adornos, sabañones en las orejas.
Cuando llegué a esta Villa no me paso desapercibidos aquellos cinco nidos desvencijados y luego, cada verano, no me llamaban la atención porque los guapos volátiles no subían ni bajaban vertiginosamente cielo arriba y cielo abajo para depositar en el pico abierto de unos de los polluelos el insecto que salió, en mala hora, a darse una vueltecita por la vertical del corralón del convento de San José o por las cercanías.
Y es que esta primavera ha aparecido una pareja de advenedizos con sus plumicas blancas y negras y no le han hecho ascos a uno de los nidos destrozados que duermen su la ruina bajo el alero del tejado. Y, sin hacerle ascos a lo que quedaba de él, restauraron la obra de algunos parientes que habían venido a menos por el arte de un fraile provisto de una larga vara y se establecieron en él para sacar adelante a su nidada.
- Antes de ayer, a la sombra de uno de los cipreses que crecen y crecen en el corralón, me paré un buen rato dándome el gustazo de ver cómo unos aviones, que cortaban el aire como flechas, se estaban dando una paliza de "aquí te espero escopeta" cebando los pollitos que asomaban toda su cabecita fuera del nido. No me daba la impresión de que alguno de ellos fuera un esmirriado, todos me parecían parejos y de ello se ocupaban sus progenitores que, no sé cómo lo lograban esos amorosos padres, pero lo conseguían y a la vista estaba. Todos gozaban de un aspecto inmejorable.
- Si agrandas las fotos verás los polluelos, a un progenitor depositando pitanza en uno de los picos abiertos de par en par y a otro de los padres dejándose caer desde el nido para reemprender vuelo.
- ¡Bien por esa pareja! que ha roto lanzas y, aunque se les llame ocupas, han vuelto a llenar de piruetas voladoras y con sus trinos el corralón del vetusto convento de San José (El Carmen).
- Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
27.6.2020. Sábado. (C. 941)
P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.
Muy buenos días, P. Alfonso, que maravilla de naturaleza parece increíble cómo pueden hacer esos nidos también fabricados es de admiración , la semana pasada estuve yo observando unos cuantos nidos que hay en la calle Atleta Antonio Amorós y es digno de admirar ver cómo alimentan a sus polluelos.Que tenga un buen día de calor y feliz fin de semana
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