El Indolente Minino

ESTAMPA CAUDETANA.
EL INDOLENTE MININO.

No hace muchos días te llevaba mi saludo mañanero un gatito tirado en el pasillo de acceso a lo que fuera la casa del párroco de San Francisco bajo la tupida foresta del lugar, único lugar de todo el BARRIO (de San Francisco) donde un minino, y yo creo que cualquiera, podría disfrutar del inigualable ambiente reinante a ras de tierra en un día como aquel.
Hoy te va a llevar mis "Buenos días" otro minino. Éste parece que tiene sobre sí un origen de alcurnia dentro de los felinos caseros porque se viste con una piel que así me lo hace pensar.

Llegué con tiempo al BARRIO, más concretamente, a la parroquia del BARRIO, a San Francisco. En el interior, fresquito si lo comparamos con el calorazo que reinaba fuera, salía por los bafles el rezo del Santo Rosario que era contestado por tres o cuatro mujeres que se me habían adelantado. Antes de entrar decidí echar un vistazo al jardincico que crece bajo los cuidados de Ángel y que hace medio siglo daba un aire agradable a la casa del sacristán de la parroquia, también ahora, aunque no viva el sacristán en ella. Eran los tiempos previos a los que el Sr. Obispo de la diócesis encargara toda la pastoral del pueblo, las dos parroquias, a los PP. CARMELITAS (Al P. Rafael López-Melús en 1972).

Siempre me atraían de modo especial las MALVAS REALES que allí crecían. Hoy, no. Hoy no crecen. Al parecer, Ángel, las ha entresacado porque la población había aumentado considerablemente. Pero, según mi modo de ver, se ha excedido y mucho. En esas estaba cuando le vi. Todo tirado a lo largo pero, no en cualquier lugar, estaba hundido en el colchón mullidico de AMOR DE HOMBRE que alfombra todo el parterre más allá de las MALVAS REALES, venidas a menos, y la pared de gratecos, viejos, viejos, con troncos que han engordado a lo largo de  siete u ocho decenas de años y que delimitan el pasillo de entrada a la casa y el parterre.

El minino, ¡que listo es el bicho! Se dejaba abrazar por el AMOR DE HOMBRE que guardaba el frescor del agua con que los había regado Ángel, ayer por la mañana.

Como su congénere del otro día, ni se inmutó,  únicamente levantó un poco, no mucho, su cabeza, la giro un poquito para mirarme y, nada más. Ningún otro movimiento. Nada que indicara que mi presencia le incomodara. Hasta se dejó fotografiar sin pestañear.

Allí se quedó el gato que, con toda seguridad, gozaba de unos ancestros con alcurnia porque, el color de su pelaje, así lo daba a entender. Yo me introduje en el agradable ambiente reinante en el interior del lugar sagrado. Me uní a los fieles, que iban en aumento a medida que se llegaba la hora de la Eucaristía, y con ellos fui desgranando las cuentas del rosario hasta que comenzaron las letanías de la Virgen porque, en su transcurso, debía vestirme con el ato de las ropas sagradas para la celebración de la Eucaristía.

Recibe mi saludo, mis

      ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
19.7.2029. Domingo. (C. 963)

P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.