ESTAMPA CAUDETANA.
LA CALLE EL MOLINO, UNA RAMBLA.
Presumo que, ayer por la mañana, los labradores mirarían con gratitud hacia el
cielo, pero no al cielo que nosotros denominamos el ámbito donde se mueven las
nubes o que en las noches claras está tachonado de estrellas o aquel por el que
corretea la luna y lo hace también el sol, si no al cielo que es el lugar de
asiento de Dios. Las nubes no eran impedimento alguno puesto que con la visión
de sus ojos atravesaban las nubes hasta los mismísimos umbrales de la casa de
Dios para decirle gracias GRACIAS porque, más abajo de aquellos, las nubes
estaban dejando caer sobre la Real Villa de Caudete y su predio agua, un agua
que caía con toda suavidad, ese agua que tanto desean y esperan los labradores,
un agua que no hace daño, sino que introduce billetes de a quinientos
euros en la surcos de sus tierras para que ellos, al cosechar, los
encuentren.
Cuando dejó de llover, más allá de media mañana, hizo su aparición el sol
poniendo su nota festiva en un día que, hasta entonces, había estado muy
aguado.
A media tarde le echaron las cortinas a los ventanales por los que se asomaba
el sol sobre la Villa, unas nubes con cara de enfado, vamos, con cara de pocos
amigos.
Se pusieron a dejar caer goticas cuando salí de casa para llegarme hasta la
parroquia de San Francisco, goticas que, al caer sobre los charquitos que dejó
la lluvia de la mañana, arrugaba la tersura de su superficie.
Finalizada la Acción de Gracias, que es la Eucaristía, las goticas ya no eran
pequeñicas, empezaban a ser señoras gotas, goterones, que se suele decir. Pero
lo gordo, gordo, estaba por llegar y llegó, vaya si llegó.
Estaba cerrando las puertas del garaje cuando el cielo se resquebrajó y dejó
caer agua a manta.
En aquel instante pasaba un chaval por delante de la puerta y tuvo suerte. El
pobrecillo iba a pasar de largo pero le di un grito mientras le hacía señas de
que entrara para guarecerse, bajo techado, con nosotros. Me hizo caso y,
ya dentro, se sacudió el agua que le había caído encima, que era bastante.
Por la calzada ya bajaba el agua desde la plaza de El Carmen y de más arriba,
de la parte alta de la Villa.
En un santiamén la calzada iba de lado a lado pugnando por subirse a la acera
de donde afluía el agua que dejaban salir con fuerza y en gran cantidad, los
tubos de desagüe de tejados y terrazas, como puedes observar en la fotografía
del inicio.
La RAMBLA, que bajaba calle abajo, nos tenía absortos y nos pasó totalmente
desapercibida la faena que nos estaba armando la fuerte y pertinaz lluvia. Por
debajo de la puerta que da al corralón del convento de San José (El Carmen)
entraba el agua con fuerza en el garaje y, enseguida nos comió el terreno
debajo de los pies. Había arrastrado el agua arenilla y hojas de los
cipreses y de los gratecos y habían embozado la rejilla del desagüe que
discurre a todo lo largo de la puerta.
Cuando amainó la borrasca le dejé un paraguas al muchacho al que habíamos
librado de una "chupa" de aúpa, para que pudiera seguir su camino y
llegarse a su casa.
Muy educado, el chaval, nos dio las gracias y, a salvo de la lluvia que había
agotado la virulencia precedente, se dejó caer calle El Molino abajo, protegido
por el paraguas.
Sí, ayer por la tarde, la calle de El Molino, era, mismamente, una RAMBLA, una
gran avenida de agua.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
23.4.2021. Viernes. (C. 1.239)
P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.
Muy buenos días, P. Alfonso, no solo la calle el Molino era una rambla era todo el pueblo , y sí no que me lo digan a mí, no se cuántos litros caerían pero lo que si sé es que me cayeron todos a mí , ni botas altas , ni paraguas ni chubasquero , lo respecto el agua del Cielo llegue a casa que me podía escurrir en el centrifugado de la lavadora . Pero bueno valió la pena he crecido lo menos 10 centímetros. Que tenga un buen día que creo que también va a ser lluvioso.
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