ESTAMPA CAUDETANA.
DÍA 3° DE LA NOVENA.
(Imagencica de la VIRGEN MARÍA DEL MONTE CARMELO
que encontró acomodo en un mueble taquillón del claustro alto del convento de
San José (El Carmen) desde dónde nos mira a sus hijos los frailes cuando vamos
de un lado a otro por ese pasillo donde ella permanece a la espera de algún
piropo, hecho oración, de sus hijos, los moradores de este convento que está
bajo los auspicios de su marido es buenísimo de San José).
Esta imagencica es un obsequio de una antigua compañera de
claustro de
profesores del colegio San Pablo Ceu de
Montepríncipe a donde llegó un año después de que lo hiciera yo. Fui testigo de
su matrimonio y luego ejercí mi ministerio sucesivamente en Bautizos, Primeras
Comuniones, Confirmaciones y luego me reuní, con todos ellos, para
despedir a los patriarcas de la familia Fernández Galiano, los buenos de Dimas
y de Toya, en sendos y sentidos funerales.
Vamos que casi, casi, ejercí de cura de la
familia. Pues, ella, María del Carmen, nos regaló esa imagencica que, durante
mucho tiempo, recibiera honra y honor en la casa de sus padres.
- Ayer fue el TERCERO DE LOS DÍAS DE LA NOVENA
EN HONOR DE LA VIRGEN MARÍA DEL MONTE CARMELO. Como en días precedentes,
presidió la Eucaristía el P. Joaquín Vicente Contreras O. Carm. Ya nos había
puesto en antecedentes, al finalizar la liturgia eucarística el día anterior,
acerca de que, en este día, acompañaríamos a MARÍA y a JOSÉ (hizo la
salvedad de la gran importancia de San José, el hombre de la familia, al que ha
dedicado el papa Francisco este año josefino, por celebrarse el 150 aniversario
de la proclamación de su patronazgo sobre la Iglesia proclamado por el papa Pío
IX) en el viaje que hicieron desde Nazaret a la ciudad dónde tenía sus raíces
la familia del bueno de San José, el carpintero, que no era otra que la ciudad
davídica por excelencia, la ciudad de Belén, por ser descendiente, en línea
directa, de del rey David. Fue un viaje, nos dice el padre predicador, muy
largo, muy largo en kilómetros (parejo de su sermón en tiempo), pero también
larguísimo y pesadísimo debido al avanzado estado de gestación en que se
encontraba la Virgen María, tan avanzado, que estaba a punto de dar a luz.
- De 16 a 18 años, nos especifica el predicador,
que tendría la flamante MADRE así como José, su consorte, gozaría,
pletórico de juventud, y andaría por los 24.
El P. Joaquín nos fue describiendo,
pormenorizadamente, todo el avatar de aquel viaje poniendo noticias sacadas de
escritos no reconocidos como revelados por la Iglesia (apócrifos) o entresacado
de experiencias místicas de algunas personas como Enmerich y Baltorta, ya
reseñadas el día anterior, y todo para llegar al momento cumbre de ver, por
parte de Jesús, con ojos humanos, las luminarias que ya había puesto ÉL, como
Dios Creador, en lo alto del firmamento para alumbrar el día, una, y la noche,
la otra. Momento que tuvo lugar en una cueva que encontró el nerviosote
de San José a las afueras del pueblo porque, ni en las casas de sus parientes,
el predicador hablaba con palabras de los apócrifos, de primos hermanos, ni en
posada alguna, había encontrado un rinconcico para que reposara su joven esposa,
grávida, a punto de dar a luz, cosa que aconteció, amparada por la noche, en
aquella estancia donde, en tiempos de invernada vivaqueaban los animales. Solo
el CIELO, que era MARÍA, LA MADRE y JOSÉ, con su nerviosismo y desvelos,
constituyeron el amparo de todo UN DIOS que nos visitaba en carne mortal,
aunque también aventuraba el predicador que, posiblemente, echaría mano
de alguna comadre vieja del lugar para que ayudara a la PRIMÍPARA de su mujer
en tan duro trance porque, insistía, el orador sagrado, salvo la actuación
divina del Espíritu Santo fecundando a la joven nazaretana, María, TODO lo
demás se llevó a cabo bajo las más estrictas coordenadas humanas.
El inspirado orador hizo, con su verbo fluido,
que sus oyentes, hiciéramos aquel viaje con el joven matrimonio que se veía impelido a
cumplir la tajante orden del emperador romano Augusto por la que todo miembro
del imperio debería inscribirse en un censo universal y, así mismo, nos hizo
testigos de TAN GRAN ACONTECIMIENTO COMO FUE EL NACIMIENTO DE DIOS EN NUESTRA
CARNE MORTAL QUE TOMÓ EN LAS ENTRAÑAS PURÍSIMAS DE LA LLENA DE GRACIA. DE
MARÍA DE NAZARET.
El predicador estaba tan lanzado, tan metido en
el tema, que parecía salido del tiempo y, desde allí, desde fuera, nos seguía transmitiendo noticia
y más noticia de la «parafernalia que acompañó el hecho más grandioso
acontecido de tejas abajo, en la historia de los hombres, EL NACIMIENTO DE DIOS
EN NUESTRA CARNE HUMANA.
Sí, el P. Predicador estuvo. «sembrao», que
afirma el dicho. Sí, solo le faltó levitar y, digo que sólo le faltó levitar,
porque yo no le perdía ojo y, no, no se levantó del suelo, pero casi.
Recibe mi saludo, mis
10.7.2021. Sábado. (C. 1.296)
P. Alfonso Herrera Serrano. Carmelita.
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