ESTAMPA CAUDETANA.
AYER CONCLUYÓ EL TRIDUO.
Sí, ayer concluyó el triduo en honor de Nuestra Madre, la
Virgen de los Dolores.
Estos días pasados, los miembros de las cofradías del Cristo de la Agonía y de
la Virgen de los Dolores habían estado preparado, con esmero y delicadeza, sus
imágenes para que estuvieran listas para la Semana Santa pero, hasta que ésta
llegara, con sus manifestaciones populares y facultará el que procesionaran por
las calles de la Real Villa de Caudete, iban ya adquiriendo un protagonismo muy
digno en las celebraciones litúrgicas que se llevan a efecto en la parroquia de
Santa Catalina a lo largo de este tiempo fuerte y de gracia, que es la
cuaresma.
Los miembros de la Cofradía del Cristo de la Agonía ya habían situado antes,
con anterioridad al inicio de la santa cuaresma, la sagrada imagen del Cristo
de la Agonía en el presbiterio, a la derecha del altar dotándolo, incluso, de
unas nuevas potencias y, últimamente, las señoras miembros de la Asociación de
nuestra Madre la Virgen de los Dolores habían hecho otro tanto con la imagen de
la Virgen bajándola de su pedestal en la nave izquierda de la Iglesia y situándola,
en lugar de honor, a la izquierda del presbiterio donde ha venido recibiendo el
tributo ferviente de miembros de la asociación y de los fieles devotos que,
asiduamente, han asistido al triduo en su honor.
La fotografía que ilustra estas letricas nos indica que ambas imágenes son una
manifestación palmaria del sufrimiento y el dolor de Ella y de su Hijo
Jesucristo, dolor y sufrimiento que no se quedarán en eso, en un sufrimiento
abocado al fin, sino que constituyen, para todo fiel cristiano, el camino que
conduce a la plenitud en el reencuentro del hombre con Dios en la noche de la
Pascua, en el momento luminoso en que Jesús se levanta, por el poder de su
Espíritu, de entre los muertos y precede a la humanidad en el caminar por la
vida hacia ese encuentro con Dios, nuestro Padre.
La disposición de las sagradas imágenes de Cristo crucificado, el Cristo de la
Agonía, y de su Madre, la Virgen de los Dolores, constituyen todo un símbolo
que nos lleva de la mano hacía ese momento litúrgico-celebrativo impresionante
de la Resurrección de Jesucristo y nos hace pensar en la dicha inimaginable, en
el gozo inenarrable experimentado por Ella al contemplar a su Hijo triunfante
sobre la muerte y siendo Ella a la que le cupo la gracia de haber sido la
primera en verlo al recibirle, ya glorificado, en la visita que la hizo en
aquella mañana del primer día de la semana, todo Él revestido con la gloria que
tenía junto al Padre, y fundirse los dos en un abrazo indescriptible.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
2.4.2022. Sábado. (C. 1.483)
P. Alfonso Herrera Serrano. Carmelita.
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