jueves, 5 de octubre de 2023

El Parapente

EL PARAPENTE

En mi paseo vespertino con dirección al pueblo para hacer unas compras de suministros observé, cuando transitaba por el paseo que discurre entre la orilla del mar y el parquecico existente en el coqueto Musell de la villa, a un PARAPENTE en lo alto del cielo no muy adentro del mar. En un primer momento volaba alto mientras se encontraba cercano a la orilla. Al navegante se lo veía volando bajo la Umbrella del artilugio. Pero cuando fue alejándose me daba a mí la impresión de que no tardaría en caer en las tranquilas aguas del mar Mediterráneo produciéndose un accidente de tristes consecuencias.

Además, di en pensar que, el impulsor que llevaba al hombre pájaro a un final incierto, era la brisa que, proveniente de tierra adentro, llenaba la bóveda de su artilugio y le empujaba más y más, hacia altamar, hacia la línea del horizonte.

Sin más, continué mi andadura mientras iba pasando las cuentas del Santo Rosario hacia el final del Paseo de Pescadores desde el que volvía a escuchar al subastador del pescado obtenido por los avezados pescadores del lugar, pero manteniendo latente en mi interior el temor de lo que pudiere acontecerle al hombre volador al que suponía vigilado por las asistencias que se encontrarían al acecho de la actividad lúdico deportiva de un irresponsable.

No llevaba mucho tiempo salvando el kilómetro, más o menos, que mide dicho paseo cuando, a mí altura, apareció el hombre pájaro bien sujeto, con correas, al artilugio que le permitía otear el horizonte desde todo lo alto. Por lo que mis temores, esos sí, cayeron por los suelos porque aquel parapente y el hombre que llevaba colgando de sus arneses, y que había dejado casi desapareciendo engullido por el mar a todo lo lejos, mientras iba por el paseo del parquecico del Musell, había llegado a mi altura. Y fue entonces cuando todo se aclaró. El parapente y su piloto no eran movidos por la brisa de tierra mar a dentro, ¡ni mucho menos! Y tampoco estuvo nunca a punto de ser engullido por las aguas de la mar, pues era arrastrado por una potente embarcación de recreo que ya me había tomado la delantera para ir a fondear dentro del puerto deportivo de la villa marinera.

No asistí al descenso del viajero porque lo hizo detrás del edificio desde donde me llegaba la voz del subastador, amplificada por los altavoces, ofreciendo a un público ansioso de pescado fresco, aquel que habían conseguido capturar los pescadores que ya iban llegando en sus barcos tras otra jornada de pesca.

Recibe mi saludo, mis

¡¡¡BUENOS DÍAS!!!

5.10.2023. Jueves. (1.690)

P. Alfonso Herrera. Carmelita.

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