ESTAMPA CAUDETANA.
EL IMPALA.
Decir que la Real Villa de Caudete se encuentra en el kalahari es decir mucho porque La Mancha, aunque es ancha y llana y muy extensa (desde Ocaña hasta aquí que es donde finaliza su parte Baja para desaparecer seguidamente, nada más entrar en la provincia de Alicante), no le llega a aquel desierto africano, ni siquiera, a una esquinita de sus alrededores. Pero lo que sí que tenemos en la Villa es una réplica de uno de aquellos animales que pululan libremente por aquella sabana inmensa, un IMPALA.
En el jardín del chalé que hace esquina entre la calle Echegaray y la Avenida de la Virgen de Gracia, se encuentra la réplica de ese esbelto ungulado con unos hermosos cuernos que, de estar corriendo huyendo de algún depredador, los tendría enhiestos apuntando al cielo pero, ayer por la mañana, no era esa su preocupación.
Llevamos disfrutando de un tiempo envidiable, salvo antes de ayer, que dio un bajón importante la temperatura según iba creciendo el día. Ayer amaneció todo despejado lo que nos permitía disfrutar de un sol que daba la impresión de estar contento porque brillaba como lo hace en primavera e, incluso, sus rayos caían sobre nosotros calentitos. Daba gusto estar ante él sin ningún impedimento y, al salir del Monasterio de las MM. Carmelitas de clausura, donde acababa de celebrar la Eucaristía, me dirigí al lugar donde impactaba el sol y, al hacerlo, lo vi. Vi como emergía de entre unos rosales que le ocultan en tiempos mejores, pero que, en este tiempo, han venido a menos, porque el otoño los está privando, no solo de las rosas con que se adorna en tiempos mejores, y de muchas de sus hojas, por lo que la llamativa figura férrea del cérvido de las grandes estepas africanas asomaba la cabeza y gran parte de su cuerpo, como si quisiera que el sol le calentara sus hierros fríos y, lejos de mirar al frente, levantaba la cabeza echando hacia atrás su cuerna, buscando que el sol le diera de lleno.
Así lo encontré, subido en el pollo de cemento en el que hundía sus pezuñas.
Eso fue lo que me venía llamando la atención desde hacía algunos días, pero, ayer, lo hizo de una manera especial razón por la cual me sirvo del rumiante, que no pega nada en un jardín de esta Villa aunque esté, como lo que es, una figura decorativa quietecica y subidica en un pollo de obra para otear el entorno que, ciertamente, en nada se parece, ni tiene que ver con aquel lugar donde corretean sus congéneres de pelo, para que te lleve mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
15.12.2023. Viernes. (C. 1.749)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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