ESTAMPA CAUDETANA.
NO ESTABA SOLA LA SAGRADA IMAGEN DE LA PATRONA.
Tuvo lugar ayer por la tarde. La manecilla grande, la larga del reloj, bajaba pausadamente para encontrarse con su hermana la manecilla chica porque se habían dado cita en la parte baja de la esfera del reloj, sobre el número 6 cuando llegué a la Glorieta de la Cruz en mi camino de cada tarde para llegar hasta Santa Catalina.
No me iba a entretener, nunca lo hago cuando me toca celebrar en Santa Catalina. Eso sí, cuando llegué al seto que delimita el espacio donde se levanta el monumento de la Cruz y la imagencica de la Virgen de Gracia, me descubro y saludo a la Virgen de Gracia como lo hiciera el Arcángel San Gabriel cuando la visitó llevándola el mensaje divino con el que se le hacía saber que se iban a inaugurar los Últimos Tiempos y que Dios contaba con Ella para que fuera una pieza fundamental. Ni más ni menos, que la agraciada mujer en la que iba a encarnarse, en la persona de su Hijo que iba a ser, precisamente, quien los abriera de par en par.
Al llegar hasta ese lugar, estos días, no suelo encontrar a nadie pero, ayer, no ocurrió lo mismo. Ayer me llené de gozo al ver a tres niñicas sentadicas en el banco en el que suelo hacerlo yo. Es el banco desde el que se contempla directamente a la imagen de la Patrona de la Real Villa de Caudete, la Virgen de Gracia. Sus papás, en el Paseo, junto a la entrada al recinto, formaban un grupo que "charraba", animadamente, de sus cosas.
Me llamó la atención que las niñas no estuvieran hablando entre ellas, como lo hacían sus papás al otro lado del seto. Las tres solo tenían ojos para mirar a la Virgencica de piedra que, con toda seguridad, las llevaba a contemplarla más allá de la piedra, toda guapa, toda hermosa, en el cielo.
Yo le dije a la Virgen:
"míralas, Madre, son las enviadas de la Real Villa que te traen el saludo de tus hijos que andan a sus cosas. Vela por ellas"
Reemprendí mi camino porque, no tardando mucho, las campanas de la torre de Santa Catalina iban a decirme, con su tañido metálico:
"¡Espabílate que ya va siendo hora de que te presentes aquí!". A ellas, a las tres niñas, las dejé mirando a la Virgen.
La tarde se había puesto por sombrero unas nubes blancas, sedosas, a las que el sol, que se estaba yendo en retirada, las inflaba de luz con sus rayos y, ellas, a su vez, blanqueaban con su luz lechosa a las niñas y a toda la zona, tal y como aprecias en la fotografía que ilustra mis letricas de saludo y mi deseo de que tengas muy
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
16.2.2024. Viernes.(C. 1.807)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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