miércoles, 24 de abril de 2024

La Paloma Torcaz.

ESTAMPA CAUDETANA.

LA PALOMA TORCAZ.

Me acordé de mi padre. Al ver a la PALOMA TORCAZ posada sobre las alambres en la avenida de la Virgen de Gracia, me acordé de mi padre.

No se espantó a pesar de que me vio pararme debajo de ella y trajinar con el telefonillo para captar su imagen. Mientras sacaba la máquina e impresionaba la instantánea, me arriesgué, corrí el peligro, y lo sabía, de que, el animal, soltara lo que le sobrara en su intestino y me pusieran como una sopa, porque las defecaciones de estos pájaros es sumamente abundante. Pero hubo suerte, no defecó.

Es sabido que las PALOMAS TORCACES, migrantes de sur a norte al empezar la primavera y de norte a sur, al África, mediado el otoño, son salvajes y no hacen muy buenas migas con los seres humanos. Pero las que llegan hasta nuestros pagos caudetanos se han aclimatado y no son tan huidizas. Precisamente en uno de los cuatro cipreses que suben hacia el cielo buscando el sol en el claustro barroco- toscano del convento de San José (El Carmen) a dos metros escasos de mi ventana han encontrado acomodo y han construido su nido una pareja de estas palomas. Eso sí no me pierden el ojo cuando me asomo a la ventana. Siempre están sobre aviso. Es la primera vez que esto ocurre en los siete años de mi permanencia en esta Real Villa de Caudete hasta el momento. Espero que pierdan el miedo o la prevención y puedan sacar adelante a sus polluelos.

Mi padre tenía, más que duende, tenía gracia, para tratar con los animales. Un buen día llegó de hacer un trabajo con su camión con una hermosa PALOMA TORCAZ . El animal tenía  un ala partida por un perdigonazo de algún cazador. El la vió desde la cabina de su camión y paró a la orilla de la carretera para recoger al animal herido. En casa la curó pero no la recuperó el ala porque, como te he dicho, la tenía totalmente rota por un perdigonazo. 

De todos es sabido que este animal emplumado es sumamente arisco y muy difícil de domesticar. Pero mi padre tenía gracia para tratar con cualquier clase de animalicos. Ya desde su más tierna infancia tuvo un gorriato, en Caudete los llaman tejaínos, que salvó, también, de una muerte cierta y  le acompañó, posado en su hombro, durante varios años, hasta que emprendió el viaje a Madrid, para ganarse la vida, a la edad de 14 años.

Con la PALOMA TORCAZ que rescató de una muerte segura en las fauces de algún zorro, o gato salvaje, o un jabalí, o, en su caso, de algún lobo, aconteció otro tanto. Seguía a mi padre a todos los lados y él la ponía encima de su hombro para que comiera al mismo tiempo que lo hacíamos nosotros. Los garbanzos del cocido le gustaban a rabiar. Era como uno más de la familia.  Se encontraba a gusto con cada uno de los moradores de la casa. Pero por quien tenía predilección era por él, por mi padre. Parecía un perrito faldero. Aquella PALOMA TORCAZ no volvió a emigrar,  permaneció en casa hasta que un día, sin necesidad de usar su ala quebrada, emprendió el vuelo definitivo del que ya no volvió.

Algún día te contaré cómo curó y crió a una joven grajilla y como correspondía, este animal, al buen trato que le dispensó mi padre. 

Recibe mi saludo, mis


¡¡¡BUENOS DÍAS!!!

24.4.2024. Miércoles. (C. 1.875)

P. Alfonso Herrera. Carmelita.

No hay comentarios:

Publicar un comentario