ESTAMPA CAUDETANA.
EL ÚLTIMO.
Al decir el último, como comprenderás, no me estoy refiriendo al último de Filipinas que volvió desde aquellos pagos con los poquitos que salieron indemnes del sitio de Baler, al predio caudetano, al cabo José Olivares, allá por el año de mil ochocientos noventa y ocho. No, no me refiero a nuestro héroe, cabo José Olivares. Ni me estoy refiriendo, tampoco, al último, último, efectivo militar que llegó, con su subalterno, a la patria desde aquel lejano oriente que habíamos perdido definitivamente, de donde salieron, gracias a la ayuda de un grupo de indígenas que los tuvieron ocultos en su aldea por espacio de dos años muy cumplidos, en un barco de guerra de los USA, tres años después de que lo hicieran los héroes de Baler, y que fuera licenciado de la milicia por el Ministro de la guerra, con las estrellas de capitán, Narciso Herrera Coronado, que, andando el tiempo, sería mi abuelo paterno.
No, no me estoy refiriendo a esos personajes de la historia.
Me estoy refiriendo a un personaje que ¡hace historia de la buena! Le ves, tan campante, corriendo calle El Molino abajo cerrando el CROSS ATLETA ANTONIO AMORÓS
programado y pergeñado por el Club Atletismo Antonio Amorós, con la ayuda indispensable del Ilustrísimo Ayuntamiento y que tuvo lugar el sábado, próximo pasado, día veinticinco de los corrientes.
Acababa de llegar yo de celebrar la Eucaristía de víspera de la Santísima Trinidad en la parroquia de San Francisco de Asís, en el barrio de su nombre. Llegué andando porque, debido a los cortes de tráfico, me fue imposible acceder al garaje de casa con el coche.
Todavía estaba en la puerta de entrada al garaje, eran las diecinueve treinta y tres, cuando Ramón Gisbert Conejero desde su terraza me gritó:
"¡Es el último, es el que cierra el Cross!".
Y, ciertamente, lo era, pues le pregunté al chaval joven que seguía al atleta, eso sí, montado en bicicleta, con una banderola sujeta al transportín, si era así y me contestó:
"cierto, es el último, con él se cierra la carrera".
Todavía le quedaba al atleta, bien entrado en años, dar una vuelta completa al circuito trazado intra ópidum, cuando, en la plaza de Nuestra Señora del Carmen, sonaban plausos, gritos y vítores para los jóvenes deportistas que habían concluido la prueba en esos mismos momentos.
Al impresionar la foto que te da noticia del acontecimiento al tiempo que ilustra estas letricas, vi su cara risueña, para nada agotada, pues llevaba un ritmo suave e interpreté, al ver su cara afable, que me agradecía la atención que le estaba prestando y las frases de ánimo que le pródigaba animándole a seguir corriendo hasta rendir la carrera, poniéndola el broche de oro.
El buen paisano, cargadito de años, pensaba yo, que era un ejemplo encomiable para la juventud enfrascada y liada por la maraña de instrumentos que la inventiva humana ha puesto a su disposición.
Cuando el deportista granaíco en añicos tomaba por la calle del Padre Elías Requena siguiendo la ruta marcada para el CROSS, yo volvía sobre mis pasos y calle La Nieve adelante me llegué, casi hasta el final de la misma, para traerme el coche al garaje.
Con el deseo de que el ejemplo de este buen hombre cunda aprovecho la ocasión que se me presentan y le encargó al flamante deportista que te acerque mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
27.5.2024. Lunes. (C. 1.906)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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