ESTAMPA CAUDETANA.
EN LA GLORIETA DE LA CRUZ.
Ayer por la tarde no tenía asignado ningún quehacer litúrgico para despedir el domingo décimo tercero del tiempo ordinario en el que se nos llama la atención, desde las catequesis del evangelista San Marcos, acerca del proceder y del actuar del Señor Jesús en aquel tiempo en que se sometió, como nosotros lo estamos, a la contingencia.
En la catequesis de Marcos se nos hablaba ayer de la curación que obtuvieron dos mujeres una niña, la hija de Jairo el arquisinagogo de Cafarnaún, y una mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años. En ambos casos brilló, de modo palmario, la fe sin ambages, en la persona y en el poder de Jesús. Requisito que exigía el mismo Jesús para que tuvieran lugar los hechos y de ella se dieron prueba inequívoca en ambos casos.
No, yo terminé mis encomiendas por la mañana y quedé libre por la tarde. De, ahí, que, tras cerrar el manifiesto con la bendición del Santísimo a las monjas Carmelitas de clausura y a las almas devotas que se les habían unido para adorarlo, pasee hasta la Glorieta de la Cruz para pasar un rato de reflexión sentado frente a la imagen de la Virgen María de Gracia esculpida en piedra, situada debajo del monumento a la Cruz.
En esas estaba cuando llegaron una mamá joven y su hijita que no levantaba cuatro cuartas en el suelo y ella, la madre, pidió a la nena que se pusiera encima de las escaleras, por las que se accede al pedestal, junto a la imagencica de la la Patrona de la Real Villa de Caudete y Madre de cada caudetano y, en esa pose, la hizo unas fotos. Yo, a mi vez, hice otro tanto fotografiando a la mamá y a la nena y cuando se estaban marchando pedí permiso a la mamá para publicar la foto para que esa estampa sencillita, pero maravillosa, te llevara hoy mi saludo, pero la mamá, muy puesta en razón, me dijo tajantemente ¡no!
Esa es la razón por la cual hoy no ilustran mis letricas una estampa impresionista, del momento, que, de verdad, fue entrañable; contemplar a dos madres haciendo converger su tierna mirada en la figurita de una criatura guapísima, vivaracha, despierta, una preciosidad.
Pero sí que me sirvo de la imagen de Ella, de la estatua, que es peldaño, para subir al encuentro de la verdadera, la que está en el cielo.
Es una fotografía tomada en un momento determinado de la tarde, eran, en aquel momento, las 18,30 horas.
Y, contemplando, di en pensar que se estaba portando como lo que es, como una verdadera Madre ya que el sol que, en su despedida, camino de Portugal, a esa hora, sobre la vertical de mi pueblo de Oropesa (Toledo), daba de plano, como despidiéndose, sobre la imagen de la Virgen y, ésta, procuraba que esos rayos no dieran en la imagencica de su Hijo al que mantenía sujeto en su brazo izquierdo, a la sombra que proyectaba una de las columnas donde se sustenta el monumento a la Cruz.
Sí, daba la impresión de que estuviera preservando al niño del daño que pudieran inferirle los rayos de un sol en despedida.
Tras permanecer hora y media acompañando a la Virgen de Gracia representada en su imagen petrea, "levanté las tiendas"para volver a casa. En el reloj de la torre estaban dando las 20,00 horas cuando inicie el camino de vuelta.
Allí, en el patio, donde se levanta el monumento a la Cruz y a la imagen de la Madre del crucificado, dejé a una familia de islamistas, el matrimonio y dos niños, chico y chica, que en unión del padre habían montado un partido de fútbol. La madre, sentada en unos de los bancos, a la sombra, observaba el juego del Padre y de los niños.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
1.7.2024. Lunes. (C. 1.941)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario