ESTAMPA CAUDETANA.
LA ROSA OTOÑAL.
Andan enfrascados los rosales, en estos días, poniéndose guapos.
Habían gastado todas sus fuerzas en la primavera asomándose al verano y ofreciéndonos esas rosas maravillosas que alegraban la vista de aquellos que pasando frente a ellas nos daban el placer de contemplarlas.
"Las manos verdes" que los cuidan han ido quitando los capullos cuando las primeras rosas cumplieron con su cometido, para que al alimentar las semillas no quitaran fuerza a los rosales y los permitieran recomponerse y merecer, de modo y manera, que pudieran manifestarse, por segunda vez, pletóricos de color y de belleza, en una nueva floración.
Cada mañana al acercarme al monasterio de las Madres Carmelitas de clausura, allí donde empieza la calle Echegaray, justo en la esquina donde se une al Paseo de la Virgen de Gracia, hay una valla que guarda la propiedad de los dueños de un chalet y, por encima de esa valla de obra, he venido viendo, estos días de atrás, la prisa que se ha ido dando para florecer un capullo, del que ha surgido la rosa que ves al principio de estas letricas, y, así, mostrarse toda bella a aquellos que por allí pasamos.
Sí, he sido testigo, estos días, de la pugna tan fuerte que ha venido manteniendo, en la interioridad del capullo en que se gestaba, la rosa para florecer.
Y, por fin, lo consiguió ayer, muy de mañana, para que el día, con su luz, le sacará sus colores, su belleza. Y es que, aunque a su lado, el rosal, fenece en espera de resurgir luego, en primavera, ella surge, como le aconteciera al Ave Fénix, de sus cenizas.
Ella, tan linda, te lleva hoy, toda contenta, mi saludos, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
27.9.2024. Viernes. (C. 2.024)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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