lunes, 23 de septiembre de 2024

La Tormenta.

ESTAMPA CAUDETANA. 

LA TORMENTA.

El día de ayer amaneció deslumbrante. La noche y sus fantasmas se habían disipado pero el garaje nos hablaba elocuentemente de lo acontecido cuando el día daba sus primeros pasos. Se encontraba totalmente inundado. El agua volvía por sus fueros y reclamaba, para sí, aquella balsa que existiera en lo que hoy es el garaje y de la que tengo noticias por las informaciones que se me han ido dando, a lo largo de estos tiempos, por gentes de mi edad que me han hablado acerca de ella, de la gran balsa que había en semejante lugar y que servía a los frailes que poblaron el convento en los tiempos de postguerra, para regar la huerta del convento de San José (El Carmen) de la que obtenían las verduras con las que llevaban sus platos en sus frugales comidas.  Y, acontecía que, la chavalería de entonces, hoy hombres provectos, me daban a conocer que los frailes la ponían a su disposición para zambullirse en ella. De modo y manera que se lo pasaban de maravilla.

Pues, sí. El garaje, a voz en grito, me decía:¡"he vuelto. Soy aquella balsa de los años cuarenta del siglo pasado"!. 

Por la noche, eran los primeros momentos del día de ayer, llegaron hasta la villa, traídos por un aire no muy fuerte, una multitud de nubes, no muy bien avenidas, porque andaban a la gresca chocando unas contra otras y, al hacerlo, salían chispas, chispas tan brillantes que ponían día en la Villa siendo, como lo era, plena noche. 

Así estuvieron desde las cero horas hasta las 0:15 en que se abrieron de par en par y dejaron caer agua a mansalva. Los goterones formando cordones que llegaban desde todo lo alto y se estampaban sobre la superficie de la villa que, al hacerlo sobre la techumbre de latón del garaje armaba un ruido ensordecedor. 

Fueron quince minutos, solo quince minutos, pero durante ellos cayeron, con virulencia, treinta y cinco litros, según el pluviómetro que tiene el P. Ángel montado en el corralón del convento. 

Ya sabes que el pueblo, por ser muy antiguo, se edificó en lo alto y en la falda de una colina, la de Santa Ana, de ahí que tanta agua caída en tan poco tiempo formó ríos impetuosos que se llevaron por delante algunos de los depósitos que tiene repartidos el Imo. Ayuntamiento en distintos lugares, para la recogida de residuos. 

Lo que nos ha venido enseñando la televisión acerca de las danas que han ido sucediéndose por algunos lugares de España, y de por ahí fuera, aconteció aquí, en la Real Villa de Caudete,  en la noche de ayer, cuando el día comenzaba a dar sus primeros pasos.

Prueba de ello son los vídeos que me han remitido varios de mis asiduos lectores y que te adjunto. Fueron  tomados en la parte antigua de la Villa, en la Avenida de la Virgen de Gracia, a la que confluía la rambla de aguas que bajaban de la parte alta de la población y el tomado en la calle Eras por la que bajaba, buscando el llano, otra rambla formada por las aguas que bajaban por otras calles, también, desde lo alto.

Yo no grabé el río que bajaba por mi calle, la de El Molino, a la que venían a parar las aguas de la Plaza de Nuestra Señora del Carmen y la de las calles que en ella desembocan. Y no lo hice por miedo a que uno de los  rayos, que salían pitando, en zig-zaj, de los nubarrones, bajara a curiosear en la ventana, desde la que yo miraba al exterior, a hacerme una visita.

Recibe mi saludo, mis


¡¡¡BUENOS DÍAS!!!

23.9.2024. Lunes. (C. 2.021)

P. Alfonso Herrera. Carmelita.


2 comentarios:

  1. Muchísimas gracias por los comentarios, así como por los vídeos.

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  2. Gracias por compartir,lindo relato

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