domingo, 27 de octubre de 2024

Rincón de la Villa.

ESTAMPA CAUDETANA. 

RINCÓN DE LA VILLA.

Hay, en el ámbito de la Real Villa de Caudete, un lugarcico al que llaman Parque de los Reyes Católicos.

Te lo cuento porque, esta mañana, me ha entrado en el buzón del WhatsApp la fotografía de ese parque mandado, como vehículo portador del saludo nañanero de una caudetana, asidua lectora de mis "buenos días".

Más que parque, yo diría que es "aspirante a parque", porque es muy pequeñito, recoleto. Pero la verdad sea dicha, es muy acogedor y da gusto sentarse en uno de sus bancos a "charrar" un ratito teniendo por fondo  la alegre melodía que ponen en el ambiente unos chorritos de agua al caer sobre la tersa superficie de una alberca situada en su centro. 

Se encuentra aledaño a las murallas del castillo, reconstruido en parte, porque su estado se encontraba muy deteriorado y, además, fue utilizado como lugar de reposo para aquellos villanos que iban dejando el bullicio de la villa  para pasar al encuentro con su Creador.

Este castillo, otrora, allá por la Edad Media, fue levantado por los invasores norteafricanos que ocuparon, durante centurias, esta Villa y su predio, los moros que desembarcando en el sur de España "dieron para el pelo" a don Rodrigo, el último rey godo, terminaron con su ejida sobre la península Ibérica a la que  ocuparon "en un pis-pás", salvo las agrestes tierras del norte donde recibieron de las suyas  por lo que cejaron en su empeño de conquistarlo todo, dejándolas por imposibles. Me estoy refiriendo a los Picos de Europa leoneses,  asturianos y Cantabros donde, en un lugar, en el que yo  ejerciera de párroco, el Valle de Peñarrubia, todavía existe un lugar que llaman allí "la Bolera de los Moros" debido a que en aquellas escarpadas sierras, bajo la dirección y mando de su jefe o rey, el tal Corocota, recibieron, a mansalva, las que ellos no se esperaban, viéndose obligados, los pocos que quedaron con vida, a dar la vuelta, "a poner sus pies en polvorosa" y "tomar las de Villadiego" y marcharse zumbando para las planicies peninsulares que habían dejado atrás. 

En una ocasión, ya hace mucho tiempo, quizás seis años o más, yo llevo siete años viviendo como cualquier caudetano en esta villa, estando allí sentado, más atento al coloquio interno que a las circunstancias externas, oí decir a un lugareño, sin duda alguna dirigiéndose a mí, porque allí no había nadie más en aquel momento: 

" ¡Que equivocación más grande! ¡mira que poner a este lugar tan bonito el nombre de unos señores forasteros,  siendo así, que estos señores no tuvieron nada que ver con el lugar!" 

Y se quedó tan pancho. Algo de razón, por no decir toda, sí que tenía

Como, al parecer, no le interesaba mi respuesta siguió su camino dejándome allí solo rebobinando en la carpeta de mis conocimientos históricos y, la verdad, algo de razón no le faltaba y  por ello hubiera sido del parecer que apareciera, en la nomenclatura del callejero de la Villa, como dedicado a recordar a Jaime I el conquistador y, en su caso, al que sería su yerno, el infante don Alfonso, que luego sería coronado y llamado como Alfonso X el Sabio porque, ellos, sí que tuvieron relación directa con el lugar ya que, en él y en la zona que se extiende a sus alrededores, se establecieron los ejércitos de ambos señores, dos siglos antes de que aparecieran don Fernando y doña Isabel. Y, desde entonces, recibe esa zona de la Villa, con su barrio incurso en ella, el nombre de El Real. 

Recibe mi saludo, mis


¡¡¡BUENOS DÍAS!!!

27.10.2024. Domingo. (C. 2.044)

P. Alfonso Herrera. Carmelita.

No hay comentarios:

Publicar un comentario