ESTAMPA CAUDETANA.
DOBLARON LAS CAMPANAS.
Era el mediodía de ayer cuando, por las ventanas de la torre de la parroquia de Santa Catalina, comenzaron a salir, en todas direcciones, hacia los cuatro puntos cardinales, los tañidos lúgubres, que arrancaban al bronce de las campanas los toques de sus badajos.
Escaleras arriba de la Torre subieron los del Gremio de Campaneros con asiento en esta parroquia, para darnos a conocer la triste noticia que había corrido, como reguero de pólvora, a través de los más media de todo el mundo:
"El Papa Francisco ha muerto".
Y unidas a todas las campanas del mundo cristiano, las nuestras de la parroquia de Santa Catalina, "lloraban" más que tañían, por la muerte del Vicario de Cristo, de ese hombre bueno que nunca se dejó atrapar por los oropeles de este mundo y siempre caminó al encuentro de los seres humanos menos favorecidos u olvidados, esos que las sociedades modernas, por lo general, al no poder reciclarlos, los encierra en el último de los vagones del progreso y tira de ellos como si fueran un lastre.
Francisco, no. Francisco caminó a su encuentro y lo que decían sus palabras dando forma a su sentir y a su pensar lo llevó a la práctica en el ámbito al que fue llamado al ser obispo de Roma y lazo de unión de todos los obispos de la tierra, de la Iglesia Universal.
Cuentan, y alguna fotografía hay por ahí, que, en los días siguientes a su elección como sumo pontífice, dejando colgados sus vestiduras blancas y vistiendo una sotana negra, de simple sacerdote, recorría las calles de Roma llevando en un puchero una cena caliente para los menesterosos que se guarecían en portales o para aquellos que tenían por techo el cielo estrellado de la Ciudad eterna, de Roma.
El Papa que los invitaba a comer y comía con ellos en una amplia sala del Vaticano. El Papa que abrió entre la columnata de Bernini "gabinetos" donde pudieran atender a su aseo personal, obra para la que encontró colaboración en los comercios romanos que los proveen, todavía hoy, de lo necesario para el aseo personal y cambio de indumentaria.
En él encontraron eco aquellas palabras de Jesús, en él que era su Vicario aquí abajo, dirigidas a Judas:
"Pobres los tendréis siempre con vosotros y podréis atenderles, pero a mí no me tendréis" (Marcos 14,7).
La atención al desvalido era una condición muy de él y me atrevería a decir que era como algo inherente a su persona. Por eso, cuando pudo cambiar su nombre tomó el del Poverello de Assisi, el de FRANCISCO.
Por eso, los del Gremio de Campaneros de esta Real Villa de Caudete, se subieron hasta la sala de campanas, mediado que era el día de ayer, y las hicieron doblar porque había muerto FRANCISCO, HABÍA MUERTO EL PAPA.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
22.4.2025. Martes. (C. 2.212).
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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