miércoles, 12 de noviembre de 2025

Se reinstauró el silencio en el claustro del Convento de San José (El Carmen)

ESTAMPA CAUDETANA.

SE REINSTAURÓ EL SILENCIO EN EL CLAUSTRO  DEL CONVENTO DE SAN JOSÉ (EL CARMEN)

Ya solo se oye el ruido que se traen  los tejaínos  cada atardecida cuando vuelven de sus correrías por el campo para procurarse el sustento, buscándose sitio donde amartillar los huesecicos de sus patas para no caerse, mientras duermen, en las interioridades de los cipreses que crecen en el claustro conventual porque es allí donde la temperatura es sensiblemente superior a la que reina en la periferia y, además, encuentran seguridad pues quedan ocultos a la finísima pupila de búhos y lechuzas. Revoloteo que vuelve a producirse con el despertar de cada día, momentos de que calientan motores, estirar las alas y de soltar el anclaje de sus patitas y de levantar vuelo para marcharse a la foresta en busca de gusanos, mariposas, polillas semillas y lo que se les presenten para llenar su estómago. 

Y entonces el silencio cae sobre el claustro barroco Toscano del convento de San José. Nada ni nadie lo rompe hasta las 16,00 horas en que un turbión de ñacos irrumpe y corretea en él hasta que entran en las salas para la catequesis.

Pepe Tecles, ya cerró su boca.  Ya recogió sus fotografías, le ayudó en la labor su hija Magdalena y su primo Melqui. Ya hizo mutis por la puerta conventual cargado con un montón de cajas donde ha ido guardando los más de 400 fotogramas de monumentos funerarios obtenidos en distintos cementerios que fue visitando en sus viajes por México, Turquía, Alemania y España, entre los que sobresalen los obtenidos aquí en el cementerio de esta Real Villa de Caudete, lugar de su nacimiento, que ha tenido expuestos  en los paños de las paredes del claustro bajo durante los últimos días. El bueno de Pepe Tecles se ha pegado buenas "palizas"  haciendo de cicerone de su propia exposición agrupada bajo el título general de LOS OLVIDADOS.

Su hablar volaba libremente en la quietud del claustro e iba de un lado a otro del mismo y se elevaba buscando libertad en el cielo que se abría más arriba de los tejados para viajar por los espacios siderales, pero, antes de salir pitando, se colaba en las habitaciones de los frailes, que estuvieren abiertas, como era mi caso y que venía a ser como esa envolvente, como un rum, rum, rum,  en la que yo estaba enfrascado haciendo mis trabajos.

Sí, ya cayó su perorar, el perorar de Pepe.

Ya el silencio volvió a tomar cuerpo, a darse, en el claustro. Ya se cerró la puerta. Ya los chicos de los colegios no vienen en grupo con sus profesores respectivos. Ya la gente entendida en el tema no habla ni discute y pregunta al que expone su acerbo fotográfico. Ya gente curiosa deja de entrar para ver, para contemplar y para escuchar a Pepe. Ya no viene nadie a ver la exposición de Tecles porque, Tecles, se ha ido y con él se lo llevó todo.

Sí, el silencio ya tomó cuerpo en el claustro barroco-toscano del convento de San José, ya, el silencio, se volvió a adueñar del medio. Ya la tranquilidad se palpa, ya vuelve a ser ámbito de reflexión, de meditación o de encuentro con el Señor.

Y , eso sí, ya, en el claustro, hablan bajito porque no discuten de política ni de otros asuntos banales, las plantas. Ningún oído humano las oye pero, los científicos, esos hombres sabios dicen, lo leí una vez en una de las traseras del taco (calendario de los Jesuitas) que me regala cada año Encarnita,  una antigua compañera de claustro, que las plantas hablan entre sí con un idioma que les es común a todas y que, al parecer, solo oyen algunos felinos, como los gatos. Pero nosotros, no, porque se hablan entre sí tan a su manera, tan bajito...

Sí, SE REINSTAURÓ, YA, EL SILENCIO EN EL CLAUSTRO DEL CONVENTO DE SAN JOSÉ.

Recibe mi saludo, mis


¡¡¡BUENOS DÍAS!!!

12.11.2025. Miércoles. (C. 2.391).

P. Alfonso Herrera. Carmelita.

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