ESTAMPA CAUDETANA.
IRINA Y JULIA
IRINA Y JULIA
Tenían los papá reunión en la guardería y, Carmen, la abuela, ejerciendo de tal, se las llevó consigo para que no interfirieran en el desarrollo del encuentro de padres en el centro.
Había bajado yo hasta el Santuario de nuestra Madre la Virgen de Gracia y allí estaba rezando las Vísperas cuando aparecieron por la puerta del Santuario haciendo manifestación de lo que son, «cachorrillos» y, como tales, se lo pasaban bomba correteando y dando grititos entre los bancos. Carmen, la abuela, consiguió que se sentaran y aprovechando un ratito de quietud, les hizo las recomendaciones pertinentes. Entre ellas, que miraran a la Virgen de Gracia allí arribita y que la mandaran besitos.
Había que verlas. Era una gozada contemplar cómo le mandaban besitos con la mano a la Virgen que las miraba, me parecía a mi, con una mirada tierna, acogedora, con una mirada de esas que revuelven, para bien, todo el interior del cuerpo zarandeado vivamente por el ímpetu del espíritu que le anima y da vida. Yo veía a la Virgen, no de palo, sino vivísima y contentísima por el proceder de sus hijitas.
Luego, Irina y Julia, subidas en el banco, vueltas hacia atrás, me enseñaban sus deditos, dos cada una. Esos años me decían que tenían y Julia levantaba otro como queriendo adelantarse, ya, a Diciembre que será cuando consiga alcanzar su tercer cumpleaños. Carmen, la abuela, se le bajaba y le decía: «todavía, no. Espera a diciembre».
Cuando se cansaron ¿...? de juguetear corriendo de aquí para allá por la iglesia le pedí a Carmen que si me dejaba sacarles una foto para mandarla con «mis buenos días» y, como aceptó, ahí te la mando hoy. Les abrí la cancela que da acceso al presbiterio y la abuela las sentó en la grada delante del altar de modo y manera que mi telefonillo las sacó teniendo por fondo el altar, a San Blas y, cómo no, a ELLA, A LA VIRGEN DE GRACIA, en su camarín.
No me digas que salió mal. Están bien guapas. Irina con sus manitas unidas en la posición de aquel que ora al Buen Padre Dios y Julia mirando la estampa. ¡Qué monas!
- Como habían entrado en el espacio sagrado, salieron de él, corriendo y gritando. Todavía estuve un rato más en el Santuario. Hasta dentro llegaba apagada la algarabía que estaban formando fuera. La abuela no tenía
- prisa por volver.
- Cuando salí, allí estaban a lo suyo y, Carmen, la abuela, sin hacer carrera de ellas, con decirte que ambas se empaparon en el agua de la fuente, te digo bastante. Hoy, por ayer, se ganó el jornal la buena de Carmen, la abuela. Y es que, Dios da los hijos a parejas jóvenes que pueden aguantar el tirón, los abuelos por muy abuelos que sean y por mucho que los quieran, no suelen disponer de la energía suficiente como para estar al cuidado de unos peques «tan poderosos» y
- que encierran tanta energía o más, que los mayorcicos.
- La reunión de los padres de los niñicos en la guardería estaba haciendo que la pobre Carmen, la abuela de esas criaturas tan activas, estuviera nerviosita perdida tratando de prevenir cualquier percance que arruinara el resto del día.
- Cuando me alejaba por el camino adelante, en busca del pueblo, allí quedaban, queriendo beber agua, y la abuela echándoles una manita para que bebieran del grifo y no desde el aliviadero sucio y contaminado.
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- Limpio y llevado por una corriente caliente de aire va a buscarte mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!
14.6.2018. Jueves P. Alfonso Herrera, Orden Carmelitana
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