sábado, 22 de septiembre de 2018

La Zonica Verde de la Calle San Joaquín


ESTAMPA CAUDETANA.
LA ZONICA VERDE DE LA CALLE SAN JOAQUÍN.
Ayer tarde me di de sopetón con ella.
Me había llamado un señor para que me pasara por su casa porque su madre quería hablar conmigo.
Decidí no dejar pasar el tiempo («dejarlo para luego») y así salí de casa con tiempo suficiente para  subir hasta lo alto del pueblo donde serpentea la calle San Joaquín porque a esa calle iba. Atravesaba ya la Plaza del Carmen para iniciar la subida cuando Paco, conocido como «el nieto de Bienvenido» o «paquito el molinero» Requirió mi atención y a mí se me abrieron los ojos... y Paco, que iba en su furgoneta acompañado por uno sus perros al que le dijo afablemente:
- «¡Eh! al P. Alfonso ni un ladrido» y el animal, con el que yo no había tenido ningún trato, ni chistó. Se comportó conmigo como si fuéramos amigos de toda la vida. Me vino a la memoria aquella ocasión en que mi hermano José Luis salió a por mí al aeropuerto de Köln-Bonn. Llevaba un perrazo, cruce de pastor alemán con labrador inglés, que respondía al nombre de Chico. No hice nada más que poner la mano en la manija del coche cuando un turbión de ladridos y unos ojos inyectados en sangre me apercibían acerca de ¿qué es lo que iba a hacer yo? ¡Que me andara con cuidado! Mantuve la puerta por si acaso. Mientras, mi hermano le ponía la mano en la cabeza y le decía:
- Vale, Chico, calla, es mi hermano Alfonso que viene desde España a pasar unos días en casa. «Mano de santo» el animal guardó silencio y cuando me hube sentado en el lugar del copiloto lo único que hizo fue acercar su hocico y olerme. Luego sería mi amigo inseparable hasta su muerte. En sucesivas visitas, tenías que ver qué piruetas hacía delante de mí y oír aquellos especie de ladridos que  la emoción no le dejaba articular y los lengüetazos que me daba. Sí, llegó a quererme de un modo fuera de lo normal.
Paquito «el Molinero» me dejó a la puerta de la casa en la que se requería mi presencia. Paco, me había quitado la cuesta hasta la calle San Joaquín.
¡Gracias Paco!  Y es que ayer tarde el sol decía a gritos que en los principios del otoño él seguía siendo el Rey y lo demostraba a golpe de rayos cargados de fuego.
Una hora estuve compartiendo la vida de aquel  familiar y escuchando noticias y hechos de muy atrás pero en perfecto estado  porque estaban sosteniendo las debilidades que trae consigo el paso de los años y que por ser fuertes entonces, hoy lo siguen siendo. Y la fe que abría presencias entonces, hoy es el conducto por el que corren, de ida y vuelta, unos sentimientos que unen y endiosan (envuelven en ambiente de amor) a las personas que en aquella casa viven.
Y, mientras dirigía mis pasos a la parroquia para oficiar la Eucaristía vespertina, me topé con aquella pérgola verde, con aquel reducto recoleto, tranquilo y fresco donde se puede disfrutar y gozar de un rato apacible y tranquilo incluso cuando más aprieta la canícula en el predio caudetano. Las  madres pueden, despreocupadas, charlar de sus cosas mientras sus niñicos se lanzan tobogán abajo desgastando el fondillo de los pantalones y las falditas de las nenicas.
Bien se emplearon los dineros de los fondos europeos con la colaboración del Inem y la impagable actuación de los alumnos de la escuela de la Virgen de Gracia. Enriquecieron el único trecho llano de las sinuosas y empinadas calles del barrio con LA ZONA VERDE DE LA CALLE SAN JOAQUÍN.

Desde ese rincón verde,  ámbito de quietud y sosiego, logro social de ese barrio alto de Caudete, da un brinco para encontrarse contigo, mi saludo, mis

          ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
22.9.2018. Sábado. P. Alfonso Herrera, O. C.

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