ESTAMPA CAUDETANA.
PRIMER Y ÚLTIMO
VUELO.
Tres fueron los "novicios" que cayeron en los ámbitos del convento de
San José (El Carmen) dos lo hicieron en el corralón y el tercero fue a darse de
bruces contra el engañoso cemento pintado de verde del claustro bajo, el de la
columnata barroco-toscana (de1606).
Una de dos, o los mosquitos que pululan por los aires estaban sin nutrientes a
causa de la pandemia del Covid 19 o tuvieron algún hermano glotón, poco
solidario, que se les adelantaba cuando los padres, a velocidad vertiginosa,
depositaban la pitanza en su pico y, claro, salió más fuerte y orondo y, por
eso, andará haciendo prácticas de vuelo y cebo siguiendo la estela y la
enseñanza de sus padres.
Estos tres, no, no asisten a la enseñanza reglada desde los oscuros tiempos de la historia cuando la especie de golondrinas APUS APUS diseñados por el Creador solamente para volar, con una forma ideal para ir de un sitio a otro del cielo, con toda facilidad, modelo que copiaron los aborígenes australianos para confeccionar su arma más eficaz, el boomerang que si no da en el objetivo siempre vuelve al cazador.
De los dos APUS APUS, así llaman los entendidos en el ramo a los que nosotros conocemos como VENCEJOS los encontró un compañero. Uno muertecico y al otro lo subió a un nogal para ver si se animaba a levantar vuelo.
El APUS APUS que vino a caer al claustro lo cogí yo. Estaba quietecito en el suelo. El golpetazo tuvo que ser sonado y estaba aturdidico pero todavía me chilló un poco hasta que se cercioró de que el depredador que le había echado mano solo le acariciaba la cabecita y el pechico. Después de haberle tranquilizado le tomé las patitas liliputienses entre mis dedos y me cercioré que no tenía defecto en las alas, haciendo que las abriera.
Estos tres, no, no asisten a la enseñanza reglada desde los oscuros tiempos de la historia cuando la especie de golondrinas APUS APUS diseñados por el Creador solamente para volar, con una forma ideal para ir de un sitio a otro del cielo, con toda facilidad, modelo que copiaron los aborígenes australianos para confeccionar su arma más eficaz, el boomerang que si no da en el objetivo siempre vuelve al cazador.
De los dos APUS APUS, así llaman los entendidos en el ramo a los que nosotros conocemos como VENCEJOS los encontró un compañero. Uno muertecico y al otro lo subió a un nogal para ver si se animaba a levantar vuelo.
El APUS APUS que vino a caer al claustro lo cogí yo. Estaba quietecito en el suelo. El golpetazo tuvo que ser sonado y estaba aturdidico pero todavía me chilló un poco hasta que se cercioró de que el depredador que le había echado mano solo le acariciaba la cabecita y el pechico. Después de haberle tranquilizado le tomé las patitas liliputienses entre mis dedos y me cercioré que no tenía defecto en las alas, haciendo que las abriera.
Acto seguido le lancé todo lo que pude a lo alto de uno de los cipreses del
claustro para, una vez repuesto de los sustos, pudiera reiniciar el vuelo.
No lo logró porque ayer por la tarde le volví a ver en el suelo, casi en la vertical del lugar a donde yo le había lanzado la tarde anterior.
Me dio mala espina. Ni siquiera me chilló cuando le recogí. Con toda seguridad no habría probado bocado y sin fuerzas no pudo levantar el vuelo sobre las pesadas capas de aire calentadas a muchos grados y, en lugar de subir, bajó.
Le di de beber y le volví a lanzar al ciprés pero esta vez solo se enganchó con una patita de una rama y todo él con las alas abiertas en forma de boomerang, permaneció cabeza abajo. ¡Pobre!
Él, que estaba llamado a ser el Rey de los cielos caudetanos. Él, que estaba llamado a chillar alegremente cada vez que cazara a un descuidado insecto que osara trasladarse de un lado a otro en mala hora, para él, que no para el VENCEJO.
Él, que estaba llamado a disponerse habitación a dos mil metros de altura para que ninguno de los ruidos producido por artilugio humano, molestara su sueño en levitación constante y ningún depredador nocturno pudiera clavarle las garras y el pico.
Él, que estaba llamado a volar, sin pestañear por el aire, miles de kilómetros en el día.
Él, que estaba llamado a emigrar con los últimos aires calientes del verano hacia lugares desconocidos, obedeciendo una norma impresa en el momento de venir a ser la especie por designio del Creador.
Él, pobre de él, solo se había quedado en proyecto. Su vida fue un chispazo y enseguida llegó su fin. Fue un dejarse caer del nido en hora no adecuada y por falta de densidad en el aire, cayó al duro suelo del claustro del convento de San José (El Carmen). Plegó sus alas en forma de boomerang sobre sus costadicos, hizo el último movimiento a las órdenes de un cerebrico, ya plano, y quedó quieto. Su corazoncico había dejado de latir.
Corrió las cortinas de este mundo y pasó a volar libremente en los cielos del otro lado de la vida. No sé si habrá allí insectos voladores; si los hubiera, ahí llegaba él para que no molesten a la VIRGEN MARÍA DEL MONTE CARMELO que anda preparándose para la fiesta que le van a tributar sus hijos, los hombres, el próximo día 16 de los corrientes.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
3.7.2020. Viernes.
(C. 947)
No lo logró porque ayer por la tarde le volví a ver en el suelo, casi en la vertical del lugar a donde yo le había lanzado la tarde anterior.
Me dio mala espina. Ni siquiera me chilló cuando le recogí. Con toda seguridad no habría probado bocado y sin fuerzas no pudo levantar el vuelo sobre las pesadas capas de aire calentadas a muchos grados y, en lugar de subir, bajó.
Le di de beber y le volví a lanzar al ciprés pero esta vez solo se enganchó con una patita de una rama y todo él con las alas abiertas en forma de boomerang, permaneció cabeza abajo. ¡Pobre!
Él, que estaba llamado a ser el Rey de los cielos caudetanos. Él, que estaba llamado a chillar alegremente cada vez que cazara a un descuidado insecto que osara trasladarse de un lado a otro en mala hora, para él, que no para el VENCEJO.
Él, que estaba llamado a disponerse habitación a dos mil metros de altura para que ninguno de los ruidos producido por artilugio humano, molestara su sueño en levitación constante y ningún depredador nocturno pudiera clavarle las garras y el pico.
Él, que estaba llamado a volar, sin pestañear por el aire, miles de kilómetros en el día.
Él, que estaba llamado a emigrar con los últimos aires calientes del verano hacia lugares desconocidos, obedeciendo una norma impresa en el momento de venir a ser la especie por designio del Creador.
Él, pobre de él, solo se había quedado en proyecto. Su vida fue un chispazo y enseguida llegó su fin. Fue un dejarse caer del nido en hora no adecuada y por falta de densidad en el aire, cayó al duro suelo del claustro del convento de San José (El Carmen). Plegó sus alas en forma de boomerang sobre sus costadicos, hizo el último movimiento a las órdenes de un cerebrico, ya plano, y quedó quieto. Su corazoncico había dejado de latir.
Corrió las cortinas de este mundo y pasó a volar libremente en los cielos del otro lado de la vida. No sé si habrá allí insectos voladores; si los hubiera, ahí llegaba él para que no molesten a la VIRGEN MARÍA DEL MONTE CARMELO que anda preparándose para la fiesta que le van a tributar sus hijos, los hombres, el próximo día 16 de los corrientes.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
3.7.2020. Viernes.
(C. 947)
P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.
Buenos días P.Alfonso . El mes de Julio a comenzado con tantísimo calor que nosotros vamos pasándolo fatal con las mascarillas puestas y los pobres animalicos como los pobres Vencejos terminan mal cayendo sin fuerzas al pavimento. Que tengamos todos buen viernes .
ResponderEliminarMuy buenos días, P. Alfonso, cuándo el calor están fuerte los pajarillos lo pasan mal buscando donde poder beber agua, pero es ley de vida que a todos nos llegará esa hora .Que tenga un buen viernes.
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