ESTAMPA CAUDETANA.
EL TOCÓN.
Al finalizar el manifiesto en la iglesia del Convento de las Madres Carmelitas
de clausura y haber procedido a impartir la bendición con el Santísimo y haber
realizado su reserva, decidí bajar hasta el Santuario de la Virgen Nuestra
Madre de Gracia patrona de la Real Villa de Caudete y Madre de todos y cada uno
de los caudetanos, dando un paseo.
Llovía. Todo el día, desde las 9:30 de la mañana, venía cayendo agua, fuerte,
en unos momentos, aunque no mucho, y en otros, por el contrario, diríase que
era una especie de chirimiri o como le llaman por Picos de Europa, orbajo,
también llamado calabobos.
Cuando inicie mi camino hacia el Santuario no era menester llevar el paraguas
abierto aunque yo lo hice.
Llegado que fui frente al número 100 de la avenida de la Virgen de Gracia, que
es todo el paseo, me puse muy triste porque me tope de buenas a primeras con el
tocón que ves en la fotografía que ilustra este escrito. No era el único porque
no a muchos metros de él había otro semejante y según enfilas hacia el
Santuario, todavía encontré un tercero. Detuve mi camino y me entretuve en
contar los anillos perfectamente visibles en el tronco aserrado de un pino que
parecía centenario.
Pocos años le faltaron al árbol que se levantaba firme y seguro sobre ese tocón
para llegar a los cien porque llegué a contar 90, 90 anillos desde el
centro del tronco hasta la periferia. Guardo, desde mi niñez, la enseñanza de
aquel maestro, Don José Failde (ya te he hablado otras veces de él. Era un
gallego que encontró plaza y destino en mi pueblo a dónde llegó con
su esposa, doña Rosa, y una hija muy pequeñita. Aquel MAESTRO que reposa en el
cementerio del pueblo como uno de tantos oropesanos algunos de ellos sus
propios alumnos a los que situó en el mundo) una vez nos enseñó que para saber
los años que tiene un árbol hay que contar los anillos concéntricos que
aparecen en la planicie del tronco aserrado.
Sí, me entretuve en contar los anillos de aquel tocón y de otro más y
coincidían. Conté 90. Presumí que el tercer tocón también contaría con 90
anillos Otorgué el favor de pensar que razones poderosísimas asistirían a quién
dio la orden de aserrar tales joyas qué engrandecían el predio de la Real Villa
porque, la verdad, como puedes observar en la fotografía, ese árbol gozaba de
una excelente salud. Y como aquel que se levantaba en ese tocón, les ocurría a
los otros dos que habían sido echados abajo.
¡Qué pena! ¡qué lástima! ¡qué mala decisión tomada, según mi parecer, tan
equivocada. Para mí, un misterio.
Cuando volví del santuario, tras haber participado en el rezo del. Santo
Rosario con un puñado de fieles a los que no arredró la lluvia, y el
ejercicio Mariano del mes de mayo, dirigidos por Lourdes, la guardesa, volví
sobre mis pasos y, hete aquí que, al llegar al lugar donde habían cercenado los
pinos me encontré con un matrimonio que me había dejado atrás un momento antes.
Ella, Loli, y su marido se encontraban inclinados sobre el tocón. Estaban
lamentando, como me ocurrió a mí, el arboricidio cometido sin dejar de mirar el
mismo tocón de la fotografía. Me hacían copartícipe de su disgusto por tan
sensibles pérdidas para la foresta de la Villa y, al igual que hiciera yo, el
hombre estaba contando los anillos.
- 90, les dije yo.
Al instante, ambos giraron la cabeza y se encontraron conmigo. Sí 90 años
tenían esas piezas únicas que jalonaban la Avenida de la Virgen de Gracia,
junto a otros en la cercanía, allí donde ésta llega a contar 100 viviendas.
Me acerqué a ellos y les señalé los anillos concéntricos desde el mismo centro
hasta el último de la carroña en la periferia.
- "Yo, dijo Loli, tengo 60 y pico años y siempre conocí estos pinos
grandes"
- Sí, para cuando tú viniste al mundo, estos pinos eran unos buenos mozalbetes
de treinta años.
Se los ve sanos con saludable aspecto. Por toda la superficie dejada
limpia por la sierra lloraban los tocones su sangre, su resina, un
tanto diluída por el agua de lluvia que, en aquellos momentos arreciaba, como
si quisiera consolar a los árboles caídos, al tiempo que borraba tal ignominia.
En esas estábamos cuando acertaron a pasar dos coches que levantaban del suelo
el agua que estaba dejando caer la lluvia lo que motivó que el hombre
dijera:
- "si yo fuera concejal de vialidad no ocurriría este otro despropósito,
que, por una vía peatonal, circulen, a toda pastilla, vehículos a motor".
Enseguida me dejaron atrás. Iban rápidos aunque, sin paraguas, ya iban bien
empapados, como una sopa, los pobres.
Por los parterres de ambos lados de la Avenida de la Virgen de Gracia bajaban
dos ríos de agua que, a veces, se salían de su cauce e inundaban el paseo. Yo
padecí tales avenidas que hicieron de las suyas, pues me empaparon los pies.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
24.5.2021. Lunes. (C. 1.264)
P. Alfonso Herrera Serrano. Carmelita.
Muy buenos días,P. Alfonso es muy interesante y a la vez triste lo que usted hoy nos cuenta,es una lastima que no se tenga en cuenta ciertas cosas antes de llegar a ese estreno. Que tenga un buen día.
ResponderEliminarHaber cortado esos pinos es una fechoría. Aquí no soy tolerante ni admito explicaciones. No tengo más que añadir...sino que me hierve la sangre.
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