ESTAMPA CAUDETANA.
POR LOS SUELOS.
Este cactus, el EUPHORBIA TRIGONA VENENOSA, ya te lo decía
hace mucho tiempo, es originario del sureste africano, más concretamente de Rio
Graboon. Allí se le conoce con el nombre del ÁRBOL DE LA LECHE porque su sabia
(látex) es tan blanca que parece leche. Cuando alcanza envergadura y sus ramas
crecen lo suficiente, son empleadas para la construcción. Los aborígenes se
sirven de esas ramas para hacer sus casas.
Permaneció un par de años en mi bosquecillo madrileño sito
en el nº 9 de la calle Pintor Ribera y allí empezó a echar rebrotines. Pero la
exuberancia que ha llegado a alcanzar la ha alcanzado aquí, en la Real Villa de
Caudete, en el claustro barroco toscano del convento de San José (El Carmen)
porque cuando recibí orden de traslado él se vino conmigo y le trasplante a una
de las jardinera que otrora contuviera una pita en una de las esquinas donde el
sol llegaba a visitarlo cuando, todo guapetón alcanzaba, con sus mejores galas,
al cénit de su carrera celeste y, desde allí, bien que le daba con sus certeros
rayos ígneos hasta que, bajando a occidente en busca de su horizonte la torre
de la iglesia del convento de San José, se lo quitaba de la vista.
En ese lugar, al sureste del claustro creció, creció,
creció, y se puso muy guapo, tan es así que, los visitantes, principalmente
aquellos que venían algún acto cultural se permitía el lujo, sin contar con
permiso alguno, de llevarse esquejicos tantos, que llegué a contar la veintena
de sustracciones.
Eso lleva consigo la cultura, el trasplantar algo que llama
la atención, en este caso un esqueje de cactus, a otro lugar para que, bien
cuidado, emulen a la madre de la cual fue desgajado.
Este cactus aguantó bien aquí, en el claustro, los fríos
invernales durante los dos primeros años pero el invierno pasado aquellas
heladas previas a la Fiesta de la Navidad del Señor, aquellas que se llevaron
tantas flores del nisperero del corralón, también se llevaron de él los tiernos
rebrotines del año. Lo dejaron hundido en la miseria, triste, quejumbroso, feo
pero, aún así, a mí me gustaba y por eso no lo quité. Pero ayer tarde, él, “de
por motu proprio” se vino abajo se VINO POR LOS SUELOS. Yo pensé que fue debido
a los daños producidos en sus brotes y en sus ramas porque de los muñones que
habían dejado las heladas prenavideñas no habían rebrotado nuevos hijuelos y
por eso se dejó morir.
Me encontraba yo regando ayer por la tarde, tras la celebración de la Eucaristía, antes de cenar y, estando a punto de terminar de regar la gran cantidad de tiestos que quitan la dureza pétrea de las columnas barroco toscanas del claustro del convento de San José, cuando, en la esquina opuesta de donde me encontraba, se oyó un ruido. Miré y, pobre de él, le encontré de la guisa en que le ves al principio de estas letricas, tirado por el suelo. ¡pobre! cuando me acerqué hasta la jardinera donde había estado, todo esbelto, estos últimos 4 años me di cuenta de que no era debido tanto a la tristeza que sentía por el azote invernal de los hielos prenavideños, cuanto por la ausencia de raíces.
Hoy le dedicaré toda mi atención a lo largo de la mañana
para tratar de volver a situarle allí donde ha venido estando pero sujetándole
al canalón que baja por el ángulo de la esquina hasta el suelo, tras retirarle
los destrozos que todavía se ven en él causados por las antes mencionadas
temperatura frías, que tuvimos en los días previos a las Navidades pasadas.
P. Alfonso Herrera Serrano. Carmelita.
Muy buenas tardes , P. Alfonso, si da pena ver como algunas plantas se muere , sobretodo cuando tienen tantos años , pero como todo en la vida tiene su final . Que termine bien el día de tanto calor.
ResponderEliminar