miércoles, 25 de octubre de 2023

La Virgen de los Remedios.

 LA VIRGEN DE LOS REMEDIOS.

Nunca había estado yo como turista o visitante en la luminosa ciudad de Alicante, salvo en aquella ocasión en que, en compañía de un buen amigo Macario(*) recorrimos toda la playa desde El Campello pasando por la de San Juan y dando la vuelta al cabo y entrando en la playa del Postiguet, llegamos hasta el hotel Meliá. Y, tras  tomar un refrigerio en la Explanada, volvimos por el interior, siempre andando, a nuestro lugar de residencia que era la urbanización de Tarja, en El Campello. De aquella ocasión a esta parte han pasado la friolera de cuarenta años y un poco más. Y por supuesto eso de hacer turismo por la montañeta en el fuerte de Santa Bárbara, ni pensarlo pues era mucho subir tras la paliza que llevábamos encima.

Pero todo tiene su momento y la ocasión de poder hacer un mini recorrido por la bella ciudad levantina se me ha presentado este año coincidiendo con la finalización de mis días de vacaciones que, como te vengo diciéndote, los realizo a la vera de la mar gracias a que mis primos, José María y Prado, ponen a mi disposición su vivienda en Torres Bañadas, a la vera misma de la mar mediterránea en el predio, tantas veces nombrado, de la villa marinera de El Campello. Y ocurrió que, gentes naturales de Caudete con residencia en tan singular ciudad, se enteraron de que aquí me encontraba y tuvieron la gentileza de invitarme a pasar un rato con ellas, un rato que fue verdaderamente grato e ilustrativo. Grato, porque rompía la tenue tela de araña de mi soledad estableciendo con ellas comunicación humana y, a su vez, posibilitaron el que tomara el pulso, personalmente, a una ciudad alegre, una ciudad luminosa, una ciudad abierta al mundo, una ciudad poblada por gentes venidas de allá y de acullá y de más allá, haciendo vibrar de alegría, de gozo y de esparcimiento, unas calles muchas de ellas empleadas para satisfacer las necesidades gastronómicas y, al hacerlo, ilustrarnos acerca de los usos y costumbres de allende los lugares de donde proceden, dado que las costumbres culinarias de esas gentes varían grandemente de nuestras maneras de distribuir las comidas a lo largo del día. De ahí que, constantemente, las mesas que ocupaban a todo el ir central de las calles reservadas al respecto, estaban, a todas horas, repletas de personal que comía satisfactoriamente el maravilloso hacer en las cocinas donde se cuece la exquisita comida mediterránea.

En una de esas calles, concretamente en la de San Ildefonso, qué cosas, el patrono de mi tierra toledana, nos sentamos para degustar el bien hacer de los cocineros de uno de tantos restaurantes. 

Podía decirte que encontré un fallo en aquel plato del día que solicité para mí, pero no lo voy a hacer porque palidecía el grato encuentro que, en torno a la mesa disfrutábamos como si fuéramos unos  de tantos turistas, en mi caso yo lo era, de todos aquellos que pululaban por la bella ciudad alicantina.

Pero antes y después de haber degustado la comida mediterránea en tan grata compañía habíamos empleado el tiempo, en primer lugar contemplando la linda ciudad y las riberas del mar Mediterráneo, al norte hasta El Campello y al sur, hasta Santa Pola delante de la cual se encontraba la urbanización Urbanova y más a la derecha, el aeropuerto alicantino de El Altet. 

Desde todo lo alto, por las ventanas de las barbacanas del castillo veíamos, a nuestros pies, las cúpulas de la concatedral, las de Santa María de Gracia y las de Santa María,  el Ayuntamiento, el hotel Meliá el puerto deportivo, ahíto de embarcaciones de recreo, todas ellas de lujo, la gran Explanada que es el lugar donde afluyen las gentes para pasar un rato de encuentro y tomar un refrigerio en los abundantes locales que jalonan todo ese espléndido paseo, sin duda alguna el más maravilloso de aquellos con los que cuenta la ciudad y que recorrimos, después de bajar del castillo, de un lado a otro bajo la infinidad de palmeras que los oficiales responsables de los jardines han logrado salvar de los ataques furibundos de los escarabajos picudos que hubieran devorado sus almas, tras descansar un poco de las correrías por las alturas de la ciudad mientras reponíamos líquido.

Tras finalizar la comida con un postre del lugar, una especie de magdalena que guardaba en su interior una rica crema calentita hecha de turrón, el producto rey alicantino, me llevaron a ver la iglesia de Santa María de Gracia donde, en una capilla, se adora continuamente, desde las ocho de la mañana hasta las veintidós horas, al Santísimo Sacramento del Altar, a Jesucristo Eucaristía. A aquella hora eran doce los adoradores.

Tras corretear por la calle de las setas que recordaba al bosque de los Elfos, duendecillos del bosque donde aquellas gentes que me invitaron, se echaron unas fotos y compraron fruslerías para los nietos en una tiendecita en la que vendían de todo, me condujeron hasta la Iglesia de Santa María. Cuando llegamos un grupo de carismáticos, que la tienen como lugar de encuentro con el Señor, alababan al Santísimo con sus cantos.

Los Carismáticos y los miembros de otras cofradías han sacado a flote esta joya arquitectónica haciendo de ella un verdadero lugar de oración y recogimiento. Nos unimos a la oración de adoración como habíamos hecho en la iglesia de Santa María de Gracia.

Para finalizar, me llevaron, no en volandas porque peso mucho , a la concatedral dedicada a Nuestra Madre, la VIRGEN DEL REMEDIO, Patrona de la ciudad de Alicante, cuya Sagrada Imagen preside estas letricas, pasando por delante de la puerta Negra que es por donde salen a procesionar las imágenes de los pasos durante la Semana Santa, pasos que se encuentran en capillas de la nave izquierda con leyendas enmarcadas que dan noticias históricas y de los imagineros que las esculpieron.

Y, colorín colorado, mi primer viaje turístico por esta bellísima ciudad se ha terminado. 

Se me emplazó por gentes tan atentas para otra ulterior ocasión para que disfrute, también, de otros aspectos, no solo religiosos, con los que cuenta esta ciudad que, cada mañana, le abre la puerta al sol para que implante un nuevo día en nuestra Patria.

Recibe mi saludo, mis

¡¡¡BUENOS DÍAS!!!

25.10.2023. Miércoles. ( 1707)

(") Macario es un viejo amigo, feligrés que fuera mío en mis tiempos de párroco en Madrid aunque él procede de Cantabria de un lugar, Espina, vecino a los valles donde yo ejercí, como párroco, por los años setenta del siglo pasado.

P. Alfonso Herrera. Carmelita.

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