ESTAMPA CAUDETANA.
LA QUIETUD.
En la tarde de ayer llegué a la Glorieta de la Cruz cuando las manecillas del reloj marcaban las 19,00 en punto. Por el camino, en la farmacia existente en la calle Alcalde Luis Pascual, el termómetro digital, que marcaba sus guarismos sobre la Cruz Verde, indicativa de su presencia, me decía, a golpe de luz, que la temperatura ambiental en ese momento era de 16 grados. Pero, la verdad sea dicha, las condiciones que se daban a esa hora en el ir pausado de la tarde hacia la noche profunda nos hubieran hecho creer que estábamos unos grados por encima, quizá influenciados por el hecho de que estamos en pleno invierno. Pero, no, aquella era la temperatura en ese momento.
El día había sido estupendo, fantástico, el sol tuvo un protagonismo que no se le conoce en el duro invierno, claro que, al invierno que vamos teniendo, no podemos catalogarlo como tal, como los de siempre, pues permite que se den unas temperaturas más acordes con otras estaciones.
Como cada vez que bajo hasta la glorieta de la Cruz tomé asiento en el banco frente al monumento en el que se levanta la cruz y a sus pies la imagen esculpida en piedra de la Virgen de Gracia, la Patrona del lugar, de la Real Villa de Caudete.
Todo, era tranquilidad, nada se movía de un lado para otro, ni siquiera las pocas hojas secas que van cayendoseles a los árboles del entorno, casi totalmente deshojados. Por no oírse, no se oía ni el goteo en la fuente donde sacian su sed aquellos que van y vienen por la avenida de la Virgen de Gracia dando sus paseos. Nadie, nadie me acompañaba, ni siquiera se encontraban niños con sus padres en el lugar aledaño donde el Ilmo. Ayuntamiento tiene instalados unos artilugios para que jueguen los ñacos" . Ni el aletear de las polillas volando de farola en farola rompían el absoluto silencio reinante en el lugar. En lo alto del cielo una línea de luz curva, semejando una D, llegada desde las playas de Levante, me indicaba que la luna estaba creciendo.
Allí permanecí durante largo tiempo "viajando" hasta mi interioridad tratando de ver con los ojos de la imaginación, asomados a la ventana de la fe, a Aquella que estaba representada en la imagen de piedra bajo la cruz en la que padeciera la muerte su hijo Jesús. Lo hacía tratando de llevar a cabo aquella recomendación del protagonista (Morgan Frimann) de una película ("El verano de sus vidas"), a una niñita coprotagonista que quería escribir historias: "NUNCA DEJES DE BUSCAR LO QUE NO ESTÁ".
Es otra manera de decir que estaba rezando.
En esas estaba cuando, a lo lejos, se dejaba oír el hablar suave y pausado de una mujer que bajaba por la Avenida de la Virgen con dirección a la Glorieta. En la tranquila y quieta noche favorecidas por la ausencia de ruidos, pues, ni el aire se movía, llegaban hasta mí las palabras cercanas, cariñosas, diría que envueltas en terciopelo, que una mamá joven dirigía a sus dos pequeñas.
Es hora, me dije, y emprendí el camino de vuelta a casa. No tardé mucho en cruzarme con la mamá y sus niñas. Nos saludamos y nos deseamos muy buenas noches. Sus vocecicas, las de todas, tenían un candor especial. Y pensé:¡qué pedagogía la de esta madre!¡Cómo sabe transmitir a sus hijitas unos conceptos que no habrán de olvidar jamás!
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
15.1.2024.Lunes. (C. 1.775)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
Muy bonito donde esta,ese Monumento?gracias por el comentario Alfonso
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