ESTAMPA CAUDETANA.
¡QUÉ PRECIOSIDADES!
Así exclaman todos aquellos que nos visitan estos días, ya sea para cualquier asunto interno o por mera visita turística al convento de San José (El Carmen), al abrirles la puerta y "toparse" con esos dos ÁRBOLES DE JADE convertidos en dos hermosas bolas, verde suave, envueltas con una especie de cofia blanca confeccionada con miles de flores:
¡QUÉ MARAVILLA! ¡QUÉ PRECIOSIDAD! ¡QUÉ BONITAS!
LAS CRASSULAS OVATAS DEL CLAUSTRO DEL CONVENTO DE SAN JOSÉ no llegaron a España en patera como un migrante más. Ésta planta vino con todos los papeles en regla, de la mano de los botánicos, o de jardineros, porque, dieron en pensar, que unas plantas tan chulas, tan suaves al tacto y tan resistentes que crecían en taludes y lugares pedregosos y secos, podrían pasar a mejor situación, mejorando su condición de vida a la vez que servirían para ornamentar los jardines y los patios y, también, el claustro barroco-toscano, por estos lugares de tan arriba en el mapa, tan alejados de aquellas tierras mozambiqueñas y sudafricanas de sus orígenes.
Y vaya si lo han conseguido. No hace falta marcharse a la costa para ver hermosos ejemplares y, si digo a la costa, es porque esa que abre está página vino de allí, de la acera de la Avenida de Jaime I° el Conquistador de la villa marinera, hoy emporio turístico de primer orden, sin dejar, por ello, de seguir con las faenas de la pesca en el mar, de Él Campello.
Una buena tarde volvía a casa tras haber dado mi acostumbrado paseo y vi en el suelo dos hojitas ovaladas una frente a la otra (del latín ovalata) pegadas a un trocito de ramita. Se había caído de un hermoso arbolito que crecía al otro lado de una valla de obra. Se vino conmigo a casa , y finalizados mis días de asueto allí, por gentileza de mis primos José María y Paditos, viajó a Madrid y en mi bosquecillo madrileño medró y medró y medró. Siguió viajando y me acompañó, ya hecho un hermoso ejemplar, a estas tierras donde el Levante se abre, de par en par, a La Mancha decadente, donde creció y creció en el claustro barroco-toscano del convento carmelita de San José, hasta ponerse así de hermoso.
Su hermano gemelo no llegó a mi bosquecillo desde la playa, lo hizo, ya crecidito, desde la terraza de un ático de la calle Castelló de Madrid y, juntos, florecen cada inicio de invierno en el claustro bajo, el barroco-toscano, del convento de San José y, como dos ujieres perfectamente uniformados dan la bienvenida a los visitantes que, al verlos exclaman ¡QUE PRECIOSIDADES!
En una de esas visitas, un turista me dijo el otro día:
"además de acogedores, los habitantes de este convento, lo digo por estos ÁRBOLES DE JADE, estarán "forrados" porque según el Feng Shui, estas plantas, atraen la riqueza"
"Sí, eso tengo oído, le contesté yo. Pero algo tiene que fallar porque, todos los días, echo un vistazo alrededor de ellos y de otros diez más que, como puede ver, crecen en el claustro y, oiga, no me encuentro con ningún saco de billetes o monedas de curso legal".
Y, en la cara de aquel turista, se dibujó una sonrisa de oreja a oreja.
Quizá, me entendió... pero, con toda seguridad, pensaría, en su fuero interno:"conmigo no cuentes".
Y no contaba. Para mí, mientras él contemplaba esta joya del siglo XVII con la que cuenta la Real Villa de Caudete, lo que contaba eran los preciosos ÁRBOLES DE JADE DE NUESTRO CLAUSTRO TOTALMENTE FLORECIDOS poniendo su nota alegre entre tanta piedra vetusta e ilustre, como acontece siempre que llega el invierno.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
30.1.2024).Martes. (C.1.789)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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