ESTAMPA CAUDETANA
LA FLOR DEL ALBARICOQUERO.
Crecen en el corralón del convento de San José (El Carmen) tres albaricoqueros. Nacieron de otros tantos huesos o pipos que alguien tiró hace tiempo. Son, por lo tanto, bordes. Y, como tales, sus frutas brillan por su ausencia. Alguna vez caté algunos de sus poquísimos frutos y, la verdad, para ser bordes, no estaban nada mal, un poco sosos, pero se dejaban comer.
Hace dos años el especialista en esos asuntos del injerto, Paco "El Molinero", se encargó de buscar unas ramicas de buen albaricoquero para obtener de ellas unas yemitas que injertó en los bordes conventuales. En dos de los árboles algunos de los implantes alcanzaron el fin deseado pero, la mayoría, prefirió dejarse morir antes de convertirse en unos parásitos chupadores de sabía.
Pasó un año y aquellos implantes se asomaron al medio con prevención y no florecieron. Por no echar, no echaron ni flores. Bastante tuvieron con fortalecerse un poco.
Pero, este año la cosa ha cambiado radicalmente. Las ramitas salidas de aquellos injertos se han adornado con unas florecitas preciosas. Ahí arriba, en la cabecera de estas letricas, tienes la muestra. Vamos a ver si los elementos atmosféricos se portan favorablemente y no arrugan sus estambres y sus pistilos y mudan para convertirse en frutas riquísimas.
Aunque, bien mirado, el proceso, bueno sería que no cuajaran para que las ramicas, a todas luces, débiles todavía, sigan con su proceso de crecimiento y fortaleciéndose para poder aguantar el peso de sus frutas y ofrendárnos, así, sus ricos ALBARICOQUES.
Espero que el vecino kaquilero les muestre el camino que han de seguir para medrar y, al conseguirlo, nos alegren con su triunfo, un triunfo concretado en muchos y buenos frutos.
En la corola, pegadito a los pegajosos pistilos te mando mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
6.3.2024. Miércoles. (C. 1.827)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario