ESTAMPA CAUDETANA.
LOS ABUELICOS TAMBIÉN PASEAN.
Cuando llegaba a casa, tras haber celebrado la liturgia en la parroquia de San Francisco, me crucé con ese par de abueletes que aparecen en la fotografía. No cabía duda de que emprendían el acostumbrado paseo que suelen iniciar a las siete en punto de la tarde cuando el sol va de caída y el calor que ha puesto en el suelo durante su camino a lo largo del día, atraía hacia esta Real Villa de Caudete una suave brisa que refrescaba y hacía agradables los casi 30 grados que, a esas horas, teníamos, según nos indicaban los relojes digitales de las farmacias.
Ese par de ancianos me dieron envidia. El uno iba con su cayado, ese palo que hace las veces de tercera pierna que no duele, y, el otro, con su cartera en bandolera. Así que, tras hacer un par de cosas en casa que no tenían espera, decidí seguir los pasos de esos dos abueletes. Y me puse en camino.
Ahí donde los ves son unos chavales pues, según me indicaron, apenas montan por encima de los 70 años pero se toman el paseo como un agradable esparcimiento, para pasarlo bien, tampoco tienen prisa, ni necesidad de prepararse, entrenando a fondo, para correr los 100 metros lisos en los próximos, ya cercanos, Juegos Olímpicos de París. Además, por lo que iba observando desde muy lejos, ya que llegué a verlos en lontananza,
bajando por la Avda. de la Virgen de Gracia, el más pequeño y regordete que semeja, a lo lejos, una canica para jugar al gua, se paraba a "charrar" con quienes se cruzaban por el camino, dejando al más espigado, al del cayado, que siguiera adelante, solo, durante un buen trecho que, luego, el bajito y regordete se daba prisa para salvarlo y ponerse a la altura del compañero de camino.
Como mi ritmo era bastante más ligero que el que ellos llevaban, llegué a darles alcance cuando la Glorieta de la Cruz estaba a un tiro de piedra. Los adelanté, los dejé atrás, y al llegar a la altura de la glorieta me detuve un momentico para saludar a Nuestra Madre y Patrona, La Virgen de Gracia, cuya imagen, esculpida en piedra, aparecía ante mí enmarcada por los brotes nuevos de un Hibisco Siriaco
que está gritando a los cuatro vientos que, a pesar del duro castigo al que le han sometido, estos días de atrás, los oficiales de parques y jardines, en una severa poda, él se manifiesta pujante dando manifestación de la vida que encierra en sus entrañas y que aflora en sus tiernas ramitas cubiertas de hojas.
Mientras ellos se disponían a descansar un rato en uno de los bancos existentes en el recoleto corralico donde se levanta el monumento a la Cruz y a la Madre del Crucificado, que lo es también nuestra, yo tiré por la avenida del Atleta Antonio Amoros para volver a casa.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
15.5.2024.Miércoles. (C.1.895)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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