ESTAMPA CAUDETANA.
LA BICICLETA.
Parada a la puerta del restaurante estaba aparcada la LA BICICLETA. Algún ciclista la había dejado allí aparcadita mientras él se daba el placer de llenar la andorga para poder seguir dándole a los pedales por esas rutas de la Mancha, crudas rutas, que ya pisoteó el bueno de don Quijote en compañía de su amigo Sancho.
LA BICICLETA, como puedes ver, tenía su aquel. Era fuerte, como puedes observar en la fotografía que te adjunto, curtida en mil trayectos. Al contemplarla uno no podía por menos de sorprenderse por la inventiva que tuvo el artista que la dio vida aunque la vida no la llevara por esos caminos del mundo, esos caminos de Dios, porque, en modo alguno, sería un objeto de envidia, como tampoco lo fuera el Rocinante de Don Quijote.
Ciertamente, aquella BICICLETA, no era otra cosa que un elemento de museo porque el constructor de dicho artilugio se sirvió de piezas de desecho de cualquier taller mecánico a las que unió de esta o aquella manera hasta conseguir algo que se parece a una BICICLETA.
Ayer salí de viaje. Emulando a Don Quijote y a Sancho corretee por la Mancha y me salí de ella para acercarme a a Madrid donde un asunto personal me requería en el día de hoy. Pero como uno ya va con el cuadernillo de los cromos del tiempo muy adelantado, preferí salir ayer con el fin de pasar la noche en Madrid y así despejado asistir al desarrollo del asunto que me ha traído hasta la capital del reino y luego cuando el sol va camino de mi pueblo de Oropesa es decir hacia Occidente buscando marcharse de nuestra patria para aventurarse en el viaje que ya hiciera Cristóbal Colón, hacia las Américas, volver para la Real Villa de Caudete sin que los rayos del caminante celeste incidieran a la hora de conducir el coche.
En el viaje de venida tres o cuatro chubascos me cazaron a mí y a los que íbamos de camino. Dos de ellos fueron de categoría, vamos que se hicieron notar. Los otros unas chispicas de nada.
Cuando había andado ya 234 km y quedaban solo a 111 para llegar a Madrid, salí de la autopista para comer. Era la salida que lleva por nombre el de la Ciudad del doncel, Sigüenza. Más que nada porque es el lugar donde suelo parar para estirar las piernas tomar café y si se tercía "cambiar las aguas". Pero ayer me animé a comer el plato del día. Entre las muchas ofertas que se ofrecían en la carta del restaurante, había una escrita en letras mayúsculas y claro destacaba en medio de tanta escritura en minúscula. Era el plato que recomendaba, para el día, el local de comidas y no era otro que EL COCIDO COMPLETO.
Y, yo, que soy ya más de cuchara que de tenedor y cuchillo, le dije al maestro de la sala:
" para qué andar buscando entre tanta palabra otro con tanto pedigrí como El COCIDO COMPLETO. Tráigame, por favor, EL COCIDO.
-"buena elección ha hecho usted. No se arrepentirá"
Y así fue, no me arrepentí. No venía acompañado por las pelotas que hacía mi madre con la carne del cocido, la carne venía suelta con algún que otro hueso puestos encima de una gran cama de garbanzos zanahorias patatas y alguna otra verdura. No pude con todo. Antes me habían servido un buen pozo de sopa de cocido con fideos de la que no quedó nada en el plato. Claro, iba de viaje y "las ocasiones..., las pintan calvas". Por eso me decidí por el "GABI", que decía mi padre,
Llegué a Madrid sin dificultad alguna porque en el lado de mi marcha no tuvimos la mala experiencia, que sí la padecieran los que iban en dirección contraria, camino de Valencia o de Alicante o de Caudete porque, un par de coches se habían dado "de latas" y habían interrumpido el tráfico de modo y manera que la cola de vehículos, de tres en fila, llegaba hasta las inmediaciones de la capital de España y seguía creciendo.
Y, pues, como quien no quiere la cosa, la bicicleta del artista te lleva hoy mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
21.6.2024. Viernes. (C. 1.931)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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