domingo, 30 de marzo de 2025

Colocedrus Decurrens.

ESTAMPARA CAUDETANA.

COLOCEDRUS DECURRENS.

Si subes por la Avenida de las Jornetas desde la Avenida de la Libertad hacia El Real, te encontrarás, allí donde termina esquella, dando paso a un terreno de forma triangular en el que  el Ilustrísimo Ayuntamiento ha sembrado unos palmitos, te vas a encontrar con un chalet que perteneciera, en vida, a José y que ahora es, presumiblemente, de su viuda. 

Ese chalet es amplio, grande, muy bien trazado, no solo en la construcción de la vivienda sino en la ornamentación del espacio exterior, donde el verdor de las plantas quita mucha grima a la tierra compacta y seca, al cemento y al alquitrán, que le rodean. 

Muchas veces subo por ahí y siempre miro dentro de la propiedad porque me atraen las plantas que, en él, crecen, hoy, sin el cuidado esmeradísimo con que las cuidaba y mimaba el difunto José Cuenca. Hoy no veo a nadie adecentando el lugar lo que no quiere decir que nadie le dedique un tiempo para el cuidado que necesita porque, sucio, no está y a las plantas se las ve atendidas. 

Pero cuando yo paso no hay nadie. En vida de José siempre paraba un ratito y, verja por medio, charrábamos mientras las campanas de Santa Catalina me daban tregua. Y me explicaba cómo luchaba contra el secarral no sólo intraverja sino extraverja porque, en una ocasión me hizo notar la diferencia grande que existía entre los castaños de indias que crecían en los alcorques a lo largo de la valla de su chalé con el resto de los especímenes que crecían arriba, abajo y, enfrente, al otro lado de la calle, todo orgulloso decía:

"¿Sabe usted a qué se debe? pues a que los riego. Los tengo puesto un riego que funciona".

Cuando hablaba se le notaba que lo pasaba bien con las plantas y, éstas, con él. Y es que, al parecer, una vez que fueron plantados y enraizaron, bien por que las tuberías se rompieron, bien porque los entendidos en el tema decidieron que ya estaba bien y que se buscara el árbol por su propia industria su manutención.  El caso es que la diferencia existente entre los castaños que él regaba y los que no gozaban de ese refrigerio era manifiesto, como antes me había dicho. 

Pues bien, ayer, subiendo Avenida  de las Jornetas arriba volví a mirar dentro y, claro, me llamó la atención ver a la conífera con tanto colorete. Y, yo, que lo cuento todo, lo voy a emplear hoy para que te acerque mi saludo.

Es este Libocedro una conífera que, en su apogeo total, llega a alcanzar una altura de sesenta y nueve metros y una anchura de su tronco de hasta cuatro metros y medio. Pero a nuestro CEDRO DEL INCIENSO, que también se llama así, le falta corretear muchos años por los calendarios para llegar a esas medidas. No obstante ahí le ves bien guapo y esbelto con sus galas primaverales puestas antes de que el sol del verano caudetano las tiña de verde fuerte.

Ciertamente estaba guapo ayer por la tarde el COLOCEDRUS DECURRENS dentro del jardín que fuera del difunto José Cuenca, que gloria tenga.

Recibe mi saludo, mis


¡¡¡BUENOS DÍAS!!!

30.3.2025. Domingo. (C. 2.189).

P. Alfonso Herrera. Carmelita.

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