jueves, 21 de junio de 2018

Las Amarilis del Claustro


ESTAMPA CONVENTUAL.
LAS AMARILIS DEL CLAUSTRO ALTO.

Asomaditas al claustro bajo. Quietas en la quietud impuesta por un sol de justicia que se enseñoreaba del espacio sacándoles su sombra a los cuatro cipreses  que,  aupándose a sí mismos, le echaban un pulso al fustigador incansable que no dejaba un hueco sin barrer con su tupida cortina de rayos ígneos mientras pasaba por la vertical del claustro.
Aquí, en el CONVENTO DE SAN JOSÉ, podían dejar las rencillas a un lado y portarse como se espera de ellas, como es debido. Pues ¡no señor!
¡Míralas!  ni se miran a la corola, ni se entrechocan estambres y pistilos, nada, ni saludarse, ni cambiar una parrafada. Cada una de ellas, como diría el P. Ángel. «A la suya, a la suya»
 Es tan fuerte la impronta evolutiva que ni, aún estando donde están, luciendo tipo en el alfeizar de una de las ventanas del claustro alto del  CONVENTO DE SAN JOSÉ, aquel que vino a ser cuando al siglo XVII solo le faltaban 30 años para entregarle el testigo al Siglo siguiente, al XVIII, son capaces de deponer enemistades, darse un abrazo, y olvidándose de rencillas, acompasar pasos y caminar del brazo haciéndole una pedorreta a la tozuda ley evolutiva.
Por «el erre que erre», por su tozudez, por su contumaz por «no bajarse ninguna del burro» ha dado en llamarles el vulgo con el nombre de «la suegra y la nuera».
Me pregunto:
¿tan mal se llevan la suegra y la nuera?
En lo que yo conozco no puedo darle la razón al dicho, aunque puede ser que, como ocurre en todo, siempre «hay una excepción a la norma»
Eso sí, tengo que decirte que, por una vez, se han puesto de acuerdo para ir juntas a llevarte mi saludo, mis

          ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
21.6.2018. Jueves. P. Alfonso Herrera, O. C.

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