ESTAMPA CAUDETANA.
EL CRISTO DE SAN FRANCISCO.
Con el zoom de la cámara de mi telefonillo bajé el busto del CRISTO CRUCIFICADO
DE SAN FRANCISCO. Es un rostro que habla de juventud y, al mismo tiempo, de
serenidad, como si no hubiera sufrido la crucifixión. La corona de espinas en
nada se parece a aquella que trenzó la soldadesca y que le encasquetaron y que
le produjeron surcos profundos, en la frente, hasta llegar a desgarrar el
hepitelio.
Joven sí que era y así lo recoge el imaginero. Pero deja bastante que desear lo
limpia de toda señal martirial en cara de Jesús crucificado.
Al decir que es de la PARROQUIA DE SAN FRANCISCO, me estoy refiriendo a la
imagen y no a ninguna de la pinturas que dejara, para el resto, el pintor
autóctono Pedro Torres Cotarelo.
En el paño inicial de la pared de la nave de la derecha de la iglesia, justo a
la entrada de la capilla de la Comunión. Allí está, allí se encuentra,
suspendida una cruz enmarcada sobre fondo de terciopelo rojo y, sujeta en
ella, una imagen de Cristo exánime, exánime porque el imaginero nos le esculpió
muertecico. Viendo esa obra nadie podría decir que aquel ajusticiado en el tormento
de la cruz pudiera tener una cara en la que no quedan plasmados algunos rasgos
de lo cruento de aquel martirio. Es de agradecer la bondad que imprimió a
su trabajo el imaginero, pero soy del parecer de que Jesús, al asumir todo
lo nuestro, asumió también la crueldad y lo que conlleva una muerte como
aquella. La santa sábana de Turín se adecua más fielmente a lo que tuvo
que acontecer y, así, en ella, quedaron imprimados los efectos dejados en
el cuerpo del crucificado.
Yo creo que el artista da más importancia a su propia piedad para con Jesús
que, el tratar de plasmar el horror de la muerte de cruz y sus efectos.
Este Cristo crucificado no es aquel del que te hablaba estos días de atrás, EL
CRISTO DE LA JUVENTUD, porque, éste, ya te decía yo, que llegó a la parroquia
de San Francisco en la década de los ochenta del siglo pasado mientras que el
que te presento hoy se encuentra allí, "desde hace mucho tiempo, me dice
Domingo Gil, el sacristán, que ya adorna su solapa con la chapita de las bodas
de diamante con la vida, porque desde que era niño lo he estado viendo"
Lo más seguro es que fuera colocado allí durante la reconstrucción de la
parroquia tras la guerra que tuvo lugar en España en los años treinta del
siglo pasado y que tanto estropicio causó en lugares y elementos
sagrados, y que, en buena parte, la llevaron a término el ya citado pintor
Pedro Torres Cotarelo a quien ayudó Lolín, su esposa, según he visto en
fotografías de la época (1944).
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
1.3.2021 Lunes. (C. 1.188)
P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.
Muy buenos días, P. Alfonso, la Imagen que hoy nos presenta de el Cristo de la Parroquia de San Francisco tiene mucho significado con toda su explicación de su relato y el sufrimiento reflejado en su rostro . Que tenga buen día y principio de semana y mes.
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