lunes, 14 de febrero de 2022

La Luna.

ESTAMPA CAUDETANA

LA LUNA 
Ayer por la tarde, aprovechando que el termómetro que mide en mi ventana la temperatura que hace en el claustro Barroco Toscano del convento de San José, El Carmen, marcaba 12°, salí de casa con el fin de darle un poco de trabajo a mis piernas y así pasar un rato de esparcimiento. Ya hacía una hora que se había marchado el sol para conquistar las tierras situadas al oeste, allende la mar océano, siguiendo la ruta que abrieran los intrépidos conquistadores extremeños.  Las calles de la Real Villa de Caudete se encontraban, a aquella hora, totalmente desiertas. Únicamente las recorria un airecico, nada agradable, a pesar de que la temperatura, como ya te he dicho antes, andaba fluctuando entre los 11 y 12 grados. El airecico tenía que ser forastero, de lugares más fríos, y es de suponer que venía buscando terrenos más cálidos para templarse, el mismo, un poco. Pero, claro, eso me molestaba a mí que iba andando solo por la calle. Seguía molestando cuando enfilé el paseo de la Virgen hacia la Glorieta de la Cruz pero poco después de pasar el monasterio de las Madres Carmelitas de clausura, nunca mejor dicho de clausura, porque llevan tres o cuatro semanas cerradas a cal y canto a causa del covid-19 que, al parecer, se ha introducido por las rendijas de las puertas, ya ancianas, centenarias, del monasterio y ha hecho presa en algunas de las monjas. Ante esa situación, la madre priora cortó por lo sano y tajantemente cerro, a cal y canto, las puertas del convento donde ya no entra ni el sacerdote, el P. Ángel, para celebrar con ellas la misa y, así, prevenir males peores.

No habría andado un centenar de metros, bastante antes de llegar al colegio de las Hermanas del Amor de Dios, cuando dejé de sentir en la cara el aire fresco, se había parado. Fue entonces cuando me fijé en la luna que, en estos días, está creciendo a ojos vistas y pugna por llenarse totalmente de luz. Tal visión  fue posible porque la pérgola verde de la avenida de la Virgen había perdido, con la llegada del invierno, toda su cubierta, se había desnudado del lindo traje con que le vistiera la primavera y que fue cambiando según avanzaba el tiempo marcando, con su paso, el sucederse de las estaciones.

Ninguna nube se interponía entre ella y yo. Solo las varitas desnudas de los árboles dibujaban un entramado de líneas en la blanca superficie del astro que, en estos días, anda, como te he dicho anteriormente, recomponiéndose, buscando iluminarse totalmente porque, la pobre, sofocada como una adolescente, trata, por todos los medios, de salir del cuarto creciente para presentarse en sociedad, como lo hacen las chicas cuando les llega el momento de hacerlo, toda hermosa, toda luz.

Tiré de telefonillo y no me fue difícil cazarla e introducirla en la cámara oscura del aparato pero, hete aquí que, cuando fui a comprobar el éxito obtenido en la operación me la encontré de tal guisa que más que luna parecía un gran platillo volante. A lo mejor es que ella quiso tomarme el pelo, hacerme una jugarreta, y en lugar de prestárseme coqueta y toda luz, lanzó desde sí misma dos fuertes fogonazos luminosos dando así la impresión, vista desde el paseo de la Virgen, que era eso, un platillo volante que circunvolaba por todo lo alto de los cielos de esta Real Villa de Caudete. No me enfadé y no volví a intentar sacarle otra foto porque la que impresioné y que hoy abre estás letricas, me gustó, me gustó mucho, tanto que la empleo para que te lleve hoy, cuando ella ya se ha retirado a descansar después de estar andorreando toda la noche de un lado dejando un reguero de luz en medio de la noche, mi saludo, mis

      ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
14.2.2022. Lunes. (C.1.452)

P. Alfonso Herrera Serrano. Carmelita.

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