ESTAMPA CAUDETANA
LA LUNA
Ayer por la tarde, aprovechando que el termómetro que mide en mi ventana la
temperatura que hace en el claustro Barroco Toscano del convento de San José,
El Carmen, marcaba 12°, salí de casa con el fin de darle un poco de trabajo a
mis piernas y así pasar un rato de esparcimiento. Ya hacía una hora que se
había marchado el sol para conquistar las tierras situadas al oeste, allende la
mar océano, siguiendo la ruta que abrieran los intrépidos conquistadores
extremeños. Las calles de la Real Villa de Caudete se encontraban, a
aquella hora, totalmente desiertas. Únicamente las recorria un airecico, nada
agradable, a pesar de que la temperatura, como ya te he dicho antes, andaba
fluctuando entre los 11 y 12 grados. El airecico tenía que ser forastero, de
lugares más fríos, y es de suponer que venía buscando terrenos más cálidos para
templarse, el mismo, un poco. Pero, claro, eso me molestaba a mí que iba
andando solo por la calle. Seguía molestando cuando enfilé el paseo de la
Virgen hacia la Glorieta de la Cruz pero poco después de pasar el monasterio de
las Madres Carmelitas de clausura, nunca mejor dicho de clausura, porque llevan
tres o cuatro semanas cerradas a cal y canto a causa del covid-19 que, al
parecer, se ha introducido por las rendijas de las puertas, ya ancianas,
centenarias, del monasterio y ha hecho presa en algunas de las monjas. Ante esa
situación, la madre priora cortó por lo sano y tajantemente cerro, a cal y
canto, las puertas del convento donde ya no entra ni el sacerdote, el P. Ángel,
para celebrar con ellas la misa y, así, prevenir males peores.
No habría andado un centenar de metros, bastante antes de
llegar al colegio de las Hermanas del Amor de Dios, cuando dejé de sentir en la
cara el aire fresco, se había parado. Fue entonces cuando me fijé en la luna
que, en estos días, está creciendo a ojos vistas y pugna por llenarse
totalmente de luz. Tal visión fue posible porque la pérgola verde de la
avenida de la Virgen había perdido, con la llegada del invierno, toda su
cubierta, se había desnudado del lindo traje con que le vistiera la primavera y
que fue cambiando según avanzaba el tiempo marcando, con su paso, el sucederse
de las estaciones.
Ninguna nube se interponía entre ella y yo. Solo las varitas
desnudas de los árboles dibujaban un entramado de líneas en la blanca
superficie del astro que, en estos días, anda, como te he dicho anteriormente,
recomponiéndose, buscando iluminarse totalmente porque, la pobre, sofocada como
una adolescente, trata, por todos los medios, de salir del cuarto creciente para
presentarse en sociedad, como lo hacen las chicas cuando les llega el momento
de hacerlo, toda hermosa, toda luz.
Tiré de telefonillo y no me fue difícil cazarla e
introducirla en la cámara oscura del aparato pero, hete aquí que, cuando fui a
comprobar el éxito obtenido en la operación me la encontré de tal guisa que más
que luna parecía un gran platillo volante. A lo mejor es que ella quiso tomarme
el pelo, hacerme una jugarreta, y en lugar de prestárseme coqueta y toda luz,
lanzó desde sí misma dos fuertes fogonazos luminosos dando así la impresión,
vista desde el paseo de la Virgen, que era eso, un platillo volante que
circunvolaba por todo lo alto de los cielos de esta Real Villa de Caudete. No
me enfadé y no volví a intentar sacarle otra foto porque la que impresioné y
que hoy abre estás letricas, me gustó, me gustó mucho, tanto que la empleo para
que te lleve hoy, cuando ella ya se ha retirado a descansar después de estar
andorreando toda la noche de un lado dejando un reguero de luz en medio de la noche,
mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
14.2.2022. Lunes. (C.1.452)
P. Alfonso Herrera Serrano. Carmelita.
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