LA TEOGONÍA DE HESIODO
Hace unos años en Madrid, no sé si en otros lugares de
España también, se llevó a efecto una campaña consistente en promover la
lectura de los ciudadanos. Aquella campaña consistió en ir dejando en lugares
públicos una serie de libros a disposición de todo aquel que quisiera tomar en
sus manos esas joyas del pensamiento del
ser humano puestos por escrito a disposición de cualquiera. Confieso que uno de
los entusiastas fui yo. Leí algunos de aquellos libros que se nos ofrecían tan
gentilmente y de forma gratuita. El lector de aquellos libros, concluida la
lectura, volvía a dejarlos, donde le venía bien, a la vista de otros
transeúntes para que pudieran beneficiarse como fue mi caso.
Ayer por la tarde volví a encontrarme, en la pared que
separa el paseo de las arenas de la playa, con tres libros, dos estaban en
francés, los hojeé y leí un poco. Busqué la idea principal que escondían sus
palabras, pero los dejé allí donde los encontré, ya que no estaba dispuesto a exprimirme,
ni siquiera un poco, en este tiempo de asueto, la mollera sirviéndome del
francés aprendido en mis primeros años de bachillerato siguiendo a Perrier.
Llegué a moverme, un tanto regular, por el modo en el que se comunican nuestros vecinos, los franceses.
Allí se quedaron aquellos dos libros escritos en la lengua
que empleara Alejandro Dumas y tantos otros para decirnos cosas en francés.
Junto a aquellos dos libros había un tercero que estaba
estupendamente encuadernado. Había sido imprimido en la editorial Gredos de
Madrid en 1982 con introducción,
traducción y notas de A. Pérez Jiménez y A Martínez Díaz. Dicho libro me hizo
rebobinar el tiempo veintiocho centurias para plantarme en el siglo VIII antes
de Cristo que fue el tiempo en el que vivió aquel que lo escribió. El libro
tiene por título Teogonía pero recoge toda la obra que nos ha
llegado de este autor. El libro es, por lo tanto, un volumen donde se recogen
sus obras que son TEOGONÍA, TRABAJOS Y DÍAS, EL ESCUDO Y CATÁLOGO DE LAS
MUJERES O EEAS (*).
Su autor, como nuestro Miguel Hernández, era un pastorcico
griego de nombre Hesiodo. El tal pastorcico no era un cualquiera pues, en aquel
entonces, rivalizaba en el campo de la métrica poética con el gran Homero.
Dicen los estudiosos de aquel figura
ganaba los concursos de poesía a los que se presentaba. Y es que el vate
poético es muy quien para posarse en quien le da la gana. En Hesiodo se posó y
¡Vaya si se posó bien!
Aquel siglo VIII ad. C. se caracterizó por ser el tiempo en
que la sociedad que, hasta esa fecha, estaba constituida por tribus pasó a
reorganizarse en reinos en los que fue emergiendo una clase media poderosa a la
que perteneció el poeta pastor que se permitió el lujo, en su Teogonía, de
llamar la atención acerca del comportamiento de los reyes porque habrían de dar
cuentas a Dios. El libro trata del origen de los dioses y, por extensión, del
origen de las cosas, de la creación y lo hace en 1.022 versos.
Su libro LOS TRABAJOS Y LOS DÍAS describe los trabajos de
los campesinos abogando por un mundo donde reine la justicia y se queja del
comportamiento de los reyes. Componen el libro 828 versos.
EN EL ESCUDO habla en los 481 versos que lo componen, de la
expedición de Heracles y Yolao contra Cicno, el hijo de Ares.
El CATÁLOGO DE LAS MUJERES O EEAS es un poema que trata de
las mujeres heroínas que yacieron con dioses o mortales y que dieron origen a
una nueva generación.
Leída la introducción y notas de A Pérez Jiménez y de A
Martínez Díaz y de la información de Wikipedia de donde he tomado las notas
precedentes, solo me queda lanzarme a la lectura de tanto hexámetro encerrado
en el volumen cuya portada ves al inicio de éstas letras y, al concluirla,
volver a dejar el libro en la pared que separa el paseo de la arena de la
playa.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
30.9.2023. SÁBADO (1.685)
(*) Se discute acerca de la autoría de los dos últimos
libros, EL ESCUDO Y EL CATÁLOGO DE LAS MUJERES O EEAS pero se asume
generalmente que sí, que fueron escritos por Hesiodo.
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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