ESTAMPA CAUDETANA.
EL ÁRBOL DE NAVIDAD DE UN CHALÉ DE LA AVDA. DE LAS JORNETAS.
(Árbol de Navidad instalado en el centro de la Plaza de Nuestra Señora de El Carmen, frente a la torre de la iglesia del convento carmelita de San José (1670).
Hacía frío cuando llegué a la altura de una de las casas que jalonan la Avda. de las Jornetas. Las cortinas que guardan la interioridad de la misma del exterior por donde discurre la calzada de la Avenida, eran blancas. De ordinario ese tipo de cortinas defiende la intimidad familiar pero cuando se enciende una luz en su interior permite atisbar, un tanto, dentro del salón. Eso es lo que viene ocurriendo en este tiempo que nos lleva irremisiblemente al día grande, al día que parte la Historia de la Humanidad en dos, porque marca un antes y un después del mismo y la razón no es otra que, en esa fecha, se conmemora el gran acontecimiento que sólo ha de acontecer una única vez, EL NACIMIENTO, REVESTIDO DE NUESTRA CARNE, DEL MISMO DIOS EN LA PERSONA DEL HIJO, DE LA SEGUNDA PERSONA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD, JESÚS,
En el salón de la casa chisporroteaban multitud de bombillicas en un ÁRBOL DE NAVIDAD del que colgaban bolitas blancas, tiras de papelinas y otros adornos de esos que vienen a ser los sucedáneos de aquellas manzanas y velas conque se adornaban en los tiempos en que dejó de ser un símbolo de los aborígenes europeos en el que en su cúspide se colocaba un palacio dando a entender que era el aposento de los dioses mientras que sus raíces se hundían en el reino de los muertos, para ser asumido por el cristianismo viniendo a ser un ÁRBOL que representaba a aquel del Paraíso en el que las manzanas eran símbolos del pecado y las velas símbolos de Cristo, el restaurador de la anomalía que se dió en los orígenes de la raza humana.
En aquel momento el reloj iba camino de las 19,00 horas. Era noche cerrada y me llamó la atención "la guerra" que estaba teniendo lugar en el jardincico existente al otro lado de la valla: un niño que no levantaba mucho, porque no aparecía a mi vista por encima de la pared, se entretenía con las lucecicas que jugaban a encenderse y apagarse alrededor de una planta y su padre, que quería llevárselo dentro de casa y no conseguía su propósito.
Hacía frío de verdad. La madre, que andaba recogiendo la ropa de un tendedero, siendo consciente del frío que hacía y que podría perjudicar a su hijo, impuso su autoridad:
¡..., A dentro! ¡que te vas a poner malico!
"Mano, en este caso, voz, de santo". El niño, de la mano de su papá, caminó junto a él hacia el lugar de donde provenía el grito de la mamá.
No me esperé a ver si el "ñaquico" se entretenía con el ÁRBOL DE NAVIDAD que, dentro del salón de casa, tras las cortinas, también se encontraba jugando a apagar y a encender sus lucecicas, como acontecía en la planta del jardín, porque la campana "Santa Catalina", la grande, la más grande de todas las campanas de la torre, hábilmente, obligada por Juan Doménech, el sacristán de la parroquia, me estaba llamando a golpe de badajo porque ya estaba dando comienzo el rezo del Santo Rosario, a cuyo final me tocaba presidir la Eucaristía a mí.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
19.12.2023. Martes. (C.1.753)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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