lunes, 1 de enero de 2024

Soledad.

ESTAMPA CAUDETANA.

SOLEDAD.

Sonaron las campanadas. Se dejaron oír los doce toques  en el reloj de la Puerta del Sol que, ayer noche, era el reloj de España. 

La televisión nos traía el acontecimiento. Abajo, en la Plaza, una multitud de gentes, todas aquellas que fueron autorizadas a entrar, ni una más, para evitar cualquier problema, ocupaban todo el espacio de la Plaza de la Puerta del Sol, centro neurálgico de la península. Todo era bullicio, todo era alegría, todo era colorido, todo era fiesta. 

Un presentador y dos jóvenes mujeres le acompañaban y nos daban las explicaciones para que la acción de comer las uvas se hiciera con arreglo a lo establecido en los momentos oportunos.

Delante de la pantalla, una sala de estar y, en la sala, solo una persona, yo. Sólo yo. Aunque me remontara  muchos, muchos años, porque ya tengo bastantes, no recordaría ni una sola noche de fin de año, de cambio de año, que no la celebrara en compañía de alguien y que, una vez concluidos los doce tañidos de la campana, no nos fundiéramos en un abrazo o, en su caso,  cruzáramos un saludo afectivo, preñado de buenos deseos, para el año nuevo que se abría, limpio de todo obstáculo, hasta donde el horizonte del tiempo nos marca otro cambio de año. 

Según las edades por las que iba pasando, además de las uvas, bebía un zumo y, ya mayorcito se me permitía una copita de buen cava.

Anoche, después de dar gracias a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo y de rezar una salve a la Virgen, bebí una copita de cava y comí un trozo de una torta imperial confeccionada en el pueblo alicantino de Jijona, no muy lejano a esta Real Villa de Caudete. 

Pero fue el primero, de los muchos años que tengo, en que hice el viaje de un año a otro solico, en un compartimento del tren de la vida.

Sí, pasé de un año a otro sin la compañía de alguien que lo hiciera conmigo.

Sí, anoche, cuando un año se fue cargado de hechos y acontecimientos llevado en volandas por el tiempo y se abrió otro nuevo, limpio, impoluto, delante de mí, me encontré solo en la sala de estar. 

En la mesa donde unas revistas esperan que alguien las dé un vistazo, una botella de cava, muy mermada porque ya se había abierto en la cena, una copa de fino cristal y, junto a ellas, la torta imperial de rico turrón. Levanté la copa, claro que sí, faltaría más, escancié un poco del contenido de la botella y recordé a todos los miembros de mi familia, padres, todos mis hermanos y dos sobrinos, que el tiempo se fue llevando en otros años y brindé por y con ellos.

La botella, en la que todavía había líquido para otra copa y la torta imperial de turrón de Jijona, allí se quedaron para el caso de que apareciera por la sala algún otro de los habitantes de casa.

Me retiré y me fui derechito a dormir las primeras horas del año nuevo que Dios nos ha concedido conocer y empezar.

Recibe mi saludo, mis


¡¡¡BUENOS DÍAS!!!

1.1.2024.Lunes, día de la Virgen, del Dulce  Nombre de Jesús, Jornada de la Paz y Primer día del año.(C. 1.766)

P. Alfonso Herrera. Carmelita.

1 comentario:

  1. Querido Alfonso. Dice ese conocido "dicho popular" que más vale estar solo que mal acompañado, aunque si se esta con buena "compaña" pienso que es mejor. Por tus obligaciones sacerdotales debiste quedarte en tu sede profesional. Anoche cenamos tu sobrina y tu sobrina nieta en el piso que con tanto sufrimiento compramos a base de trabajo y que tú inauguraste. El agua bendita que sobró, siendo yo poco ducho en la materia, me la bebí y te extrañó. Anoche, y cualquier día del año, tienes aquí tu vivienda, cuando quieras venir a Madrid; hay una habitación libre. Podremos conversar sobre lo humano y lo divino. Se bien lo que es la soledad y, hablando en serio, la melancolía que produce se lava con el acompañamiento de un ser querido y culto como lo eres tú. Bueno, que me extiendo demasiado. Que oficies muchas misas, ejerzas tu ministerio tan bien como lo has hecho hasta ahora, y que sea por muchísimos años. Un abrazo. Jesús Ataúlfo López-Mingo Tolmo.

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