sábado, 10 de febrero de 2024

Coleo Azul.

ESTAMPA CAUDETANA.

 COLEO AZUL.

Floreció mi COLEO AZUL. Es la primera vez que me ofrece lo más lindo que tiene de sí. ¡Ha florecido! Me ha agradecido los cuidados que, con todo esmero, he venido prodigándola desde que planté tres o cuatro esquejes en una jardinera, hará un año la cercana primavera. Está llamada a levantar un montón de pedúnculos coronados por flores pero, estos días solo ha sacado dos. Uno a cada lado de la jardinera. Pienso que lo ha hecho a propósito, como si fueran periscopios para observar el entorno donde está llamada a manifestarse como lo hace en aquellos lugares de donde proviene, toda ella envuelta por infinidad de flores. Se le llama científicamente con nombre griego, no podía ser de otra manera:  PLECTRANTHUS NEOCHILUS.  Ahí lo dejamos.

Yo prefiero llamarla ESPANTA MOSQUITOS y esa fue la razón que me asistió cuando tomé la decisión de proveerme de tres o cuatro esquejes y plantarlos en una jardinera que situé en el alféizar de la ventana de mi cuarto para que me sirviera de defensa natural contra los mosquitos trompeteros y otros que encuentran en la cercanía del ser humano el templado y rico flujo del torrente sanguíneo donde hunden su estilete succionador dejando, al ausentarse, un escozor muy molesto. A mí me vale, me conformo con que me libre de los molestísimos okupas trompeteros. No busco, como hacen los aborígenes sudafricanos, que es el lugar geográfico de donde proceden, de donde son originarias, pues, allí, las emplean para defender sus domicilios y sus jardines de roedores y de ofidios.  Yo no, yo la empleo para  eso, para que mande de paseo a los mosquitos que osan subir volando a husmear por los alrededores de la ventana de mi habitación  y, también, para poner ese tono verde que no se aja ni viene a menos cuando el sol se sitúa frente a ella en esos días tórridos del verano en que se crece, como la buena leche puesta al fuego, en el cénit, en mitad del día, que es  cuando se enseñorea,  a sus anchas, inyectando luz y calor en el claustro barroco-toscano del convento de San José (El Carmen) inserto en esta Real Villa de Caudete. Y, además,  porque expele una fragancia fresca y alegre, muy olorosa,  que, a mí, me gusta mucho, cosa que no comparten conmigo, y ¡qué bien me viene a mí eso! los anópheles, en general, y Tigres, en particular porque estos volátiles, siendo tan poca cosa, han salvado con facilidad los 70 kilómetros que nos separan de la costa alicantina que es a donde desembarcaron después de haber hecho la larga travesía desde la lejana china.  Aquellos tres o cuatro esquejes que planté en la jardinera se lanzaron, como hacen los lobos cuando atacan a un rebaño de ovejas, a colonizar todo el terreno hábil y, a fe, que lo consiguieron gracias a los nutrientes que, de cuando en cuando, dejaba caer en la superficie. Y tanto ha desarrollado que corre peligro de arrastrar la jardinera para que se estampe contra el suelo del claustro, razón por la cual me he visto en la necesidad de sujetarla sirviéndome de una de las jambas de la ventana.

 Recibe mi saludo, mis     

 ¡¡¡BUENOS DÍAS!!!

 10.2.2024. Sábado. (C. 1.801)

P. Alfonso Herrera. Carmelita.

No hay comentarios:

Publicar un comentario