jueves, 30 de mayo de 2024

Flor de la Pasión

ESTAMPA CAUDETANA. 

FLOR DE LA PASIÓN. 

Ya te he dicho estos días de atrás que me toca presidir el triduo en honor de Jesucristo Eucaristía en la parroquia de Santa Catalina, que es donde suelen llevarse a efecto las liturgias especiales que, con uno u otro motivo, se celebran en esta Real Villa de Caudete, salvo alguna que, por ser promovida por los miembros del Neoquetecumenado, la celebran, a su aire, en el Santuario de los Patronos, la Virgen de Gracia y San Blas.

Para que el fiel cristiano pudiera honrar y adorar al Santísimo Sacramento del Altar, a Jesucristo Sacramentado, era menester que pasara por el amargo trago que experimenta todo ser humano, el trago de la muerte física, que es ese momento que pone fin a toda una experiencia empírica llevada a cabo por todo ser vivo que viene a este mundo para disfrutar de una vida neurovegetativa. Y, Jesús, no iba a ser menos que aquellos con quienes se hermanó al hacerse hombre en las entrañas purísimas de aquella Doncella Nazaretana que se llama María.

Iba yo, ayer por la tarde, dando mi paseo hacia la parroquia de Santa Catalina y lo hacía como suelo hacerlo tantas veces, pasando por la Glorieta de la Cruz, con lo que doy cumplimiento al plan que me puso mi facultativo almanseño. Y en ese ir andando lo hacía reflexionando acerca de la página del Evangelio que iba a ser proclamada en la liturgia eucarística del segundo día del triduo en honor del Santísimo Sacramento y que estaba tomada del evangelista San Marcos (10,32-45) en la que se nos muestra a Jesús subiendo hacia Jerusalén en compañía de sus discípulos y mucha otra gente que iba de camino para asistir a la Pascua Judía, y, de paso, hábida de escuchar a Jesús su mensaje y de asistir, si se presentaba la ocasión, a algún hecho extraordinario de los que siempre acompañaban a la palabra del Maestro.

En el texto  relataba San Marcos, por tercera vez, que, Jesús, daba a conocer a sus discípulos la triste y dura situación por la que tenía que pasar en Jerusalén donde iba a ser condenado a morir, iba a  ser escupido, azotado y crucificado. Pero al tercer día iba a resucitar.

En esas estaba cuando llegué a la altura del número 12 de la Avenida de la Libertad donde, el matrimonio que habita en la casa, andaba "curando" las plantas de sus jardineras. Interrumpí mis reflexiones para saludarlos y desearles un buen quehacer y la buena pareja me invitó a pasar a su jardín y contemplar sus plantitas y el coqueto lugar de relajo y esparcimiento, con su piscinita y su fuente, que no era otra cosa que un castillo en miniatura del que fluían desde los altos, desde las almenas de sus torres, corrientes de agua que venían a caer a un algibico donde habían nadado peces de colores hasta que los mirlos o los gatos se las arreglaron para sacarlos del líquido elemento y trasladarlos a su buche o estómago. Me decía el buen hombre, pariente que fuera del difunto padre Carmelita Elías, conocido como "Macoca":

- hasta Yecla me he ido un montón de veces a comprar los peces de colores  que, mansitos, venía a comer a mi mano. Pero me he aburrido de traerlos porque "son vistos y no vistos". Es dura la naturaleza: unos mueren para que otros vivan"

Y, cierto, en la pileta de la fuentecica no había ni rastro de los pececicos de las escamas  coloreadas. 

Se hacían lenguas de una enredadera que pugnaba por cubrir la valla de separación con los vecinos del chalet continuo en cuyo parterre crecían unos rosales espigados. La enredadera en cuestión no era otra que LA PASIONARIA.

Ella, la mujer, me dijo, toda alegre: 

- soy del pueblo del Padre Ángel, de Bocairente, pero mi familia me trajo a Caudete de muy chiquitita y aquí he pasado, podemos decir, que toda la vida y, aquí, cuando crecí, me encontré a este "Macoca" y me casé con él. Y, acto seguido, me llevó hasta la enredadera para que contemplara la preciosidad de FLORES DE LA PASIÓN que salpicaban, aquí y allá, en la enredadera, que hacía caminos introduciéndose por entre los huequecitos que dejaban las alambres de la valla. Y toda eufórica me seguía diciendo: se llama FLOR DE LA PASIÓN y tiene los tres clavos con que clavaron a Cristo en la cruz. 

Y es que los pistilos de la flor, en número de tres, semejan a otros tantos clavos y de ahí es de donde recibe su nombre con el que conocemos a esta enredadera y a sus flores.

Y, yo, ni corto ni perezoso, eché mano del telefonillo y me traje conmigo en su cámara oscura a LA FLOR DE LA PASIÓN. 

Durante el resto del camino, mientras subía la cuesta de la Avenida de las Jornetas hasta la calle Santísimo Sacramento, todo estaba concatenado en el día de ayer, para llegarme hasta la parroquia de Santa Catalina retomé mi reflexión sobre la página del evangelio de Marcos propuesta para el día de hoy y me dije para mis adentros 

- ¡Vaya! voy reflexionando sobre el tercer aviso que da Jesús a sus discípulos acerca de la pasión que va a afrontar cuando lleguen a Jerusalén y, mira por dónde, en mitad del camino, me topo con la ilustración, que ponía a mis pensamientos, la naturaleza, al mostrarme LA FLOR DE LA PASIÓN que, en cantidad notable, se había puesto por montera una enredadera que crecía bien y con aspiraciones de progresar, para ocuparlo todo, con los cuidados que la estaba prodigando el matrimonio, en cuyo jardín tenía lugar tal maravilla. 

Ella, LA FLOR DE LA PASIÓN, LA PASIONARIA, te acerca, muy gentilmente, mi saludo, mis


¡¡¡BUENOS DÍAS!!!

30.5.2024. Jueves. (C. 1.909)

P.Alfonso Herrera. Carmelita.

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