ESTAMPA CAUDETANA.
SOLEDAD.
"Estamos metidos ya de hoz y coz" en el verano, decía una madre a otra mientras no perdían ojo de los niños que se lo estaban pasando pipa en los artilugios que el Ayuntamiento tiene he colocados en la glorieta de la Cruz al otro lado del paseo que los separa del reducto donde se levantan el monumento a la cruz y a la Virgen de Gracia patrona de la Real Villa de Caudete, para que jueguen los "ñacos".
Y la compañera de charla le contestó:
"es verdad y sin embargo el miércoles, el día de San José obrero, tuvimos un día de pleno invierno. Con este tiempo tan inestable no podemos poner orden en los armarios".
Era verdad, la tarde de ayer como la de antes de ayer, se caracterizó por ser de aquellas que abrían las puertas a un nuevo tiempo, un tiempo de calor. De hecho, los niños, en gran número que accedieron a los juegos en la glorieta, con toda seguridad no pararían quietos en casa y, los padres tuvieron que sacarles para que fogaran jugando, subiendo y bajando, por los toboganes y poniéndose "a tono" con la arena del lugar.
El bullicio existente en la zona de juegos de "los ñacos" contrastaba grandemente con la SOLEDAD SILENTE reinante en el patio donde se levanta el monumento.
Allí me encontraba yo sentado en uno de sus bancos a la sombra de un Lledoners o Almez o Celtis Australis (otro día te hablaré de ese árbol tan guapo), que de esas tres maneras se denomina a los cuatro árboles que dan su sombra en el lugar. Son unos árboles con grandes y tupidas copas que nos conceden, a los que hasta allí nos acercamos, vernos libres de los rayos de un sol molesto.
Allí permanecí un buen rato haciendo un alto en mi paseo vespertino y durante todo él nadie interrumpió mis reflexiones, salvo una niñita que no levantaba dos palmos del suelo a la que llamaba constantemente, su madre o su abuela, desde la zona de juegos donde permanecían de charra con otras comadres:
¡Olivia! ¡Olivia!¡Oliviaaaaaa!. Durante un momentico, haciendo caso omiso a los gritos de su madre o de su abuela, se puso en jarras delante de mí como diciéndome:
"y tú ¿qué haces ahí?"
porque genio, genio, "se veía a la legua" que tenía la nenica.
Tras haberme mandado su mensaje sin palabras, mudo, pero bien elocuente, desapareció por donde había venido y ya no la volví a ver hasta que la alcancé, a mi vuelta a casa, junto a su familia a la altura del colegio Alcázar y Serrano donde, la abuela, esta vez era la abuela, la requería para que se reuniera con todos porque el colegio estaba cerrado hasta mañana:
¡Olivia!¡Olivia!¡Olivia!¡Anda ven con la abuela! ¿No ves que el colegio está cerrado?
No sé si llegó a obedecer o no a la abuela.
Yo continué mi camino y allí, frente al colegio, quedaba Olivia, su abuela y toda la familia.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
6.5.2024. Lunes. (C. 1.886)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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