viernes, 7 de junio de 2024

Se echaron atrás.

ESTAMPA CAUDETANA. 

SE ECHARON ATRÁS. 

He seguido vivamente el trajín que se ha traído una pareja de palomas torcaces, yendo y viniendo al descampado para proveerse de palos, pajas y otros elementos que han visto oportunos para construir su nido. 

De últimas, ella, la hembra, ha permanecido en lo que empezaba a ser nido construido sobre un nudo de las ramas del árbol que crece frente al número uno de la calle Dos de Mayo, mientras el macho seguía impertérrito, aportando materiales que la hembra iba acomodando en la construcción del nido. 

El árbol es conocido por el nombre de PHOTINIA SERRATIFOLIA o simplemente FOTINIA. 

No es originario de estos pagos nuestros, lo es del oriente lejano, de más allá del Himalaya hasta el Japón y, tirando al sur, de la India. 

Con toda probabilidad emprendió su viaje hacia Occidente metidico en las albardas que colgaban de los lomos de las caballerías con las que viajó Marco Polo a Oriente y, desde allí, de vuelta, a su tierra italiana o, a lo mejor, surcó los mares en los bergantines que hacían el viaje para cargar especias y traerlas a Europa donde tenían muy buen mercado. 

Tuvieron una buena acogida en Occidente porque es un árbol muy guapo y se emplea mucho para ornamentar y en jardines  o, como en el caso que nos ocupa, para plantarlos en los alcorques de las calles de los pueblos y ciudades con el fin de que suministren sombra a las aceras porque poseen una copa muy frondosa y tupida. 

Pertenece a una clase de plantas compuesta por muchas especies, unas, son caducifolias y, otras, son perennes. LA FOTINIA de esta historia es de hoja perenne. 

Y lo mismo que le echaron el ojo los jardineros de la Real Villa de Caudete lo hicieron las palomas torcaces para montar su vivienda, su nido, pues lo verían tan tupido que les daría seguridad a la hora de llevar a cabo la puesta y crianza de sus pichones. 

No sé si la hembra habrá llegado o no a depositar algún huevo en el nido que con tanta ilusión esmero y esfuerzo fueron construyendo en la FOTINIA, el caso es que la pareja SE ECHÓ A ATRÁS. Abandonaron su proyecto y se fueron sin dejar rastro. 

Posiblemente no cayeron en la cuenta de que esta clase de árboles no alcanza gran altura son pocos los que pasan de los tres metros y, claro, desde la cabeza de los viandantes al nido, posiblemente, no habrá más de metro y medio de distancia, lo que trajo consigo el que estos animales, que son desconfiados por naturaleza, pusieran "sus alas en polvorosa" y "se marcharon con la música a otra parte".

Y ya no volví a ver a los poderosos volátiles que nos visitan todos los veranos por aquel lugar. 

Eso sí, la pareja de congéneres que han anidado en uno de los cipreses del claustro del convento de San José a escasos dos metros de la ventana de mi habitación ahí siguen. Pensarán que soy de fiar y no voy a interrumpir su empresa, su proyecto familiar. Y, en eso, tienen razón. Por nada del mundo me permitiría interferir en su encomiable obra. Deseando estoy escuchar el zureo de Los Palominos pidiéndoles sustento a sus progenitores. Y, con toda seguridad, seré testigo de las racias, peleas o guerras que montan cuando creen que una pareja de mirlos, que también anida en otro de los cipreses del claustro conventual, saquen adelante su mirada, como viene aconteciendo los últimos años. 

Recibe mi saludo, mis 


¡¡¡BUENOS DÍAS!!!

7.6.2024. Viernes. (C. 1.915)

P. Alfonso Herrera. Carmelita.

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