ESTAMPA CAUDETANA.
NO TODO VOLVIÓ AL OLVIDO.
Así se encontraba esta mañana el rinconcito del presbiterio de la iglesia del monasterio de las Madres Carmelitas de clausura cuando me acerqué para celebrar con ellas y con a casi una veintena de fieles, que las acompañaban, la Sagrada Eucaristía.
En ese lugar había permanecido el misterio el belencico solamente insinuado por las figuras y egrecias de María, José y el Niñito con las de una vaca y de una mula.
Había sido el centro de atención de de las miradas de todos aquellos fieles que se han dado cita, por una u otra razón, en la mencionada iglesia para la alabanza del Dios a lo largo de las fiestas de la Navidad del Señor.
Pero hoy no estaban. Hoy la monja sacristana se había encargado de retirarlas porque la liturgia se ha metido, de Oz y coz, en el tiempo ordinario de la mano del ciclo litúrgico que se denomina C, a lo largo del cual acompañaremos a Jesús en su caminar por los caminos, pueblos y ciudades de Israel, también en el templo de Jerusalén, escuchando su mensaje. En su lugar, un hermoso jarrón sobre el que lucen esplendentes un montón de flores. Como queriéndonos decir que, en ese lugar, se había producido el milagro más grandioso que ha ocurrido y que no volverá a ocurrir jamás, el hecho que supera todo raciocinio, el hecho de un Dios haciéndose hombre.
Y una vez había participado en todo lo nuestro, de haber asumido toda nuestra realidad humana, salvo una cosa, salvo el pecado, pasó de este mundo donde había ido, según el decir de San Pedro, haciendo el bien a todo aquel con el que se encontraba, al sitio donde había estado antes de tomar nuestra capa humana, al lado del Padre y del Espíritu Santo, a su lugar.
Pero desde que se hizo hombre, además del lugar del cielo que es de donde vino, ha encontrado el acomodo en otros lugares y eso es lo que nos viene a decir la monja sacristana y con ella toda la comunidad de Madres Carmelitas de clausura, con ese signo o símbolo que es el jarrón florido, el Hijo de Dios, su palabra afectuosa y cariñosa que tuvo a bien hacerse hombre, ha encontrado "juche" como dirían de mi pueblo y acomodo en el corazoncito de sus hijas las monjas carmelitas y, no solo en el corazón de ellas, sino también en el corazón de todo aquel que escuchando su palabra la hace suya, la hace fructificar, y se abre al bien de sus hermanos.
Sí, esta mañana, el presbiterio de la iglesia del monasterio de las Madres Carmelitas nos transmitía un mensaje silencioso, pero potentísimo:
"el HIJO DE DIOS recién nacido ha venido a habitar, no en un rinconcito del presbiterio de la iglesia del monasterio de las Monjas Carmelitas de Clausura, sino en el corazón de sus hermanos, los seres humanos de esta Real Villa de Caudete.
Todo vuelve a la normalidad pero no una normalidad producto de un ir pasando sino una normalidad imbuida y llena con la presencia de Aquel que se hace vida en la vida de sus hermanos y a hacerles, a su vez, partícipes de su propia vida, que no es otra, que la vida de Dios.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡ BUENOS DÍAS!!!
13.1.2025. Lunes. (C. 2.117).
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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