ESTAMPA CAUDETANA.
VUELO CON EL AVE.
Voy ligero, diríase que voy montado en la la espalda de un halcón lanzado a la la caza de una paloma que vuela bajo, así de ligero voy. Pero no, no es el halcón el que me transporta, lo hace otra clase de ave, invento de la industria humana, que hace posible recorrer largas distancias en poco tiempo. Un grato asunto familiar me reclama lejos de la Real Villa de Caudete.
Cómodamente instalado en uno de los asientos del Ave, ante mí, aparece la Mancha partida en dos porque, si miro a través del cristal de la ventana de mi izquierda, a la Mancha veo y, si lo hago a través del cristal de la ventana que está a mi derecha, a la Mancha veo. Diríase que el Ave la parte en dos. Y no es así porque es ella, la amplia Mancha, la que nos permite que volemos, de un lado a otro, por encima de ella. Unos raíles tendidos a lo largo de toda ella permiten que el Ave vuele, más que corra, de Villena a los madriles.
A un Lado y otro del pájaro de metal volador, tierras en barbecho descansando, recuperándose de tanto producir, tierras recién torturadas esperando a recibir en sus entrañas las semillas para hacerlas germinar, tierras sobre las que llueve finamente desde unos artilugios que hacen las veces de las nubes, tierras verdeando con ese verde brillante de cebada o trigo recién nacido. Otras, tristecicas ellas, todas llenas de esqueletos de vides o de pistacheros, pero ahítas de esperanza a la espera de un amanecer primaveral y, con él, un revivir y, en viviendo, lucir guapas, vestidicas con primor, y floreciendo y llenándose de frutos, tierras aradas, con surcos rectilíneos en los que ya han plantado hortalizas a las que defienden con larguísimas tiras de plástico negro.
Y, de cuando en cuando, ámplias zonas vestidas de cristales mirando al sol que, convertidas en huertos sembrados de placas solares, aprovechan la energía de la que se desprende el sol para mover las máquinas en las fábricas y luz en nuestras casas.
Y no faltan arroyuelos que serpentean, como ofidios, partiendo, caprichosamente, algunos lugares de la Mancha.
Y en un pis - pas, paramos en un Los Llanos, donde se ubica la estación de Albacete.
Y, detrás de nosotros, el sol, que se había levantado después de que salió el tren de Alicante, pugnando por alcanzarnos. Pero no, no nos va a alcanzar porque cuando él llegue a todo lo alto, a su cénit, nosotros ya corretearemos por el gran Madrid.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
25.1.2025. Sábado. (C. 2.129).
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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