ESTAMPA CAUDETANA.
DÍA QUINTO DE LA NOVENA DE LA VIRGEN DEL CARMEN.
(El jazmín chino ilustra hoy mis letricas).Ayer, en el convento de San José (El Carmen) de esta Real Villa de Caudete, el predicador, P. Luis Torres Pérez, Prior de la casa, centró su homilía sobre la egregia figura del Patriarca San José.
"Nos encontramos en este convento dedicado a San José, comenzó diciendo el predicador, y no podía faltar en la novena dedicada a su esposa, la Virgen María del Monte Carmelo, un día dedicado a él, a San José.
Ya nos ponía en antecedentes el celebrante, en la introducción de la misa: "hoy vamos a dedicar el día a San José".
Y en torno a él, al Patriarca San José, versó toda la homilía. Nos dijo que los evangelios no recogen ninguna palabra de San José, ¡ninguna! Lo que no es óbice para asistir al gran discurso de su vida que se concretó de modo ejemplar y maravilloso en una obra grandiosa. No pronunció palabras pero nos habló con obras. Y la obra fundamental fue la de preparar al Hijo de Dios y de María para vérselas, con sus hermanos los hombres, a la hora de llevar a cabo la misión que traía a la humanidad de parte de Dios Padre.
Los profetas anunciaron que el enviado de Dios pertenecería a la dinastía davídica. Y fue él, José, perteneciente a esta saga quien le introdujo en la familia del Rey que unificó, mil años antes, a las doce tribus que componían la descendencia de Abraham, formando un solo pueblo.
La familia de los hijos de Dios, nos decía el predicador, se sustenta sobre el cimiento, que no es otro, que Cristo, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, que toma nuestra naturaleza humana en las entrañas purísimas de la Virgen Santísima. Pero una de las columnas que sustenta todo el edificio es el bueno de San José, "varón justo", le llama el Evangelio (MT 1, 19).
Dedicó un ratito de la homilía para destacar la situación en que vino a encontrarse el bueno de San José ante la "situación" en que se encontraba aquella que había sido seleccionada por sus padres para ser su esposa. No lo dijo, o no lo oí, porque donde yo me encontraba, en el coro, no llegaba con nitidez la disertación pero, con toda seguridad, su ya comprometida en nupcias, antes de emprender el viaje a Ein Karen para echar una mano a sus parientes, Isabel y Zacarías, algo le diría de lo que estaba aconteciendo en ella y el buenazo de San José lo tuvo que pasar muy, pero que muy mal, porque se le caía encima el sombraje, su proyecto humano, con vistas a la formación de una familia, hasta que intervino Dios mandándole a un Ángel para aclararle la situación y decirle que contaba con él para la importantísima tarea de educar y formar al hombre que, además, era Hijo de Dios.
Ciertamente, en su persona, recaía una grandísima responsabilidad, responsabilidad que llevó adelante con nota porque, contemplando el proceder de Aquel al que él impuso el nombre de Jesús, podemos colegir que la obra de este hombre fue para nota.
En la parroquia de San Francisco de Asís, la homilía versó sobre la Virgen María, Madre de la Iglesia. El predicador, haciéndose eco de lo que dijera Santa Teresita de Lisieux:"a mí me gusta que se me presente a la Virgen, no como Reina del universo creado, sino, simplemente, como una mujer sencilla, como una madre de familia que se desvive por sus hijos".
María Madre de la Iglesia es un título reciente. Se le otorgó por parte del Papa san Pablo VI el 21 de noviembre del año 1964 en pleno concilio Vaticano II. Pero ella venía ejerciendo este título desde el mismo instante en que la incipiente Iglesia formada por los apóstoles reunidos en torno a Ella rezaban a Dios para que les mandara el Espíritu Santo prometido por Jesús.
El amor más grande es aquel con el que Jesús ama a la Iglesia (Ef 5,25), a la que pertenecen sus amigos. Por lo tanto, los hijos adoptados por Dios no pueden tener a Jesús por hermano si no tienen a María como Madre porque, mientras María ama a su Hijo, ama a la iglesia de la cual Ella es miembro eminente. Lo que no significa que María sea superior a la Iglesia, sino que Ella "es Madre de los miembros de Cristo", afirmaba ya en el siglo quinto San Agustín de Hipona.
Y el concilio Vaticano II añade que: "María es verdaderamente Madre de los miembros de Cristo por haber cooperado con su amor a que naciesen en la iglesia los fieles, que son miembros de aquella cabeza, Jesús".
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
11.7.2025. Viernes. (C. 2.282)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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