domingo, 23 de noviembre de 2025

"Han puesto la Navidad".

ESTAMPA CAUDETANA.

"HAN PUESTO LA NAVIDAD".

Aconteció ayer por la tarde. Como cada tarde salí de casa para llegarme hasta la glorieta de la Cruz y así darme el acostumbrado paseo. Hacía frío pero ¡qué importaba el frío "habiendo hospitales y cementerios"!, que afirma un dicho popular para animar a alguien que duda en emprender una acción que pudiera traer consecuencias.

Y como cada tarde al llegar frente a la puerta de la iglesia del monasterio de las Madres Carmelitas de clausura, "las encerrás", me detuve y me descubrí, siempre lo hago cuando llevo la gorra puesta, aunque, en esta ocasión, hacía un frío que pelaba, "de perros", que afirmado el dicho popular, como te decía con abterioridad. Siempre lo hago, siempre me detengo para saludar al Señor sacramentado que se guarda en el copón y en el viril, donde se expone para el Manifiesto, cada domingo y cada primer jueves de mes y para rezarle a la Virgen María del Monte Carmelo la oración que con tanta insistencia y devoción le rezaba a Ella San Simón Stock, allá, mediado el siglo XIII:

"Flor del Carmelo, 

Viña Florida, 

Esplendor del cielo,

Virgen fecunda 

De modo singular.

Oh Madre tierna 

Intacta de hombre.

A los carmelitas 

Proteja tu nombre.

Estrella del Mar".

En esas estaba cuando un abuelico, cargado de años, pasaba delante de mí montadito en ese carrito sacado a ser por la invectiva humana con el fin de favorecer a discapacitados y personas con muchos calendarios a cuestas. No iba solo. Con él viajaba  una nietecica que apenas sobresalía por encima del manillar. Ella llevaba sus manecitas en el antes dicho manillar como si fuera conduciéndo la maquinica,  mientras que las manos firmes del abuelico eran las que mantenían seguro el artilugio móvil.

Y fue entonces cuando la niña se soltó su manita derecha y apuntando con ella a un balcón del edificio de enfrente dijo toda contenta, casi gritando: 

"Mira abuelico lucecicas de colores que se encienden y se apagan".

Y, el abuelo, sin competir en el mismo tono de voz que manifestó la nieta la contestó: 

"Sí, las gentes que viven en esa casa "HAN PUESTO LA NAVIDAD" en su balcón. 

Y, mientras ellos se alejaban Avenida de la Virgen de Gracia con dirección a su casa, yo seguí con mi saludo a la Madre y al Hijo. Ella representada en una imagen preciosa con su hato carmelitano, Él, realmente presente en el Sacramento del altar.

Cuando reemprendí mi camino ellos ya viajaban lejos. Un bulto se percibía tenuemente iluminado por la luz que lograba colarse por entre las amarillentas hojas de la pérgola que cubre la avenida. Solo una luz brillante de color rojo vivo indicaba su presencia allá lejotes. Me hubiera gustado mucho seguir escuchando el diálogo entre la nietecica y el abuelico pero, al encontrarse tan lejos, no pudo ser. Iban rápidos montaditos en el vehículo autopropulsado por la energía eléctrica que le suministraba una batería. Cumpliéndose así aquel dicho tan castellano que ilustraba la capacidad de andar que puede tener un ser humano cuando afirma:

"Si quieres saber lo que anda un hombre párate a "tirar los pantalones" a la vera del camino".

Y, eso, que, por aquellos entonces, los seres humanos que acuñaron el dicho no tenían ni idea de lo que las generaciones que los seguirían iban a disponer de una máquina eléctrica que los llevara caballeritos.

El gran trecho que nos separaba ya se comía absolutamente todo el diálogo que iban manteniendo el abuelico y su nietecica de modo que, ni un eco, llegaba a mis oídos. 

Posiblemente, con toda seguridad, el abuelo iba dejando salir de su boca a los oídos de su nieta aquellas explicaciones que recibiera, él mismo, de sus papás y de sus abuelicos y le diría a sunietecica que, con motivo de la Navidad del Niño Jesús, del Hijo de Dios, con motivo de su nacimiento como un ser humano cualquiera,  el mundo cristiano lo celebra por todo lo alto encendiendo velas y luces de colorines dentro de las casa  y en los balcones y, también, en las calles y plazas de la villa. Y aquí, en la Real Villa de Caudete, también lo hacemos así y la prueba más clara y rotunda la tienes en esas lucecitas de colorines que has visto encenderse y apagarse en el balcón de esa casa.

Y, sigo suponiendo, que la niña abriría sus ojitos de par en par y daría saltitos de alegría mientras el abuelico sujetaba con firmeza el vehiculico que los llevaba a casa. Y, seguro estoy de que, al llegar a casa, pediría al abuelico que él también "PUSIERA LA NAVIDAD" en el comedor y en el balcón.

Aunque "alpeé", que dicía mi madre, es decir, aunque aligeré el paso, ya no los alcancé y, al llegar a la Glorieta de la Cruz, saludé a la VIRGEN de GRACIA, representada en una esculturica de piedra, con la últimas Avenarías del Sabto Rosario y, con las mismas, cogí el "tole, tole", que, también, decía mi madre y me volví a casa.

Recibe mi saludo, mis


¡¡¡BUENOS DÍAS!!!

23.11.2025. Domingo.  (C. 2.401).

P. Alfonso Herrera. Carmelita.

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